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La trastienda

Identidad

Identidad

Hace mucho que me viene esa palabra a la cabeza. Se presupone necesaria para cualquier empresa que pretenda llevar a cabo cualquier proceso con unas pautas concretas. Imprescindible para desmarcarse del resto y poseer cierta autonomía. En un club como el Valencia es necesaria más allá de los resultados. Incluso cuando no se ha jugado un buen partido es la palabra que salva los muebles, que sirve como motivo de exención de culpa en una situación concreta. Cuando no existe, solo queda una sensación de vacío y desesperanza después de un mal resultado.

Es duro comenzar una nueva temporada con otra decepción. Es complicado cuando el entrenador, una vez terminado el partido, sometido a las preguntas de los periodistas, reclama lo que todo el mundo ya sabe. Estamos como siempre. A pocos días de cerrarse el mercado, deprisa y corriendo, parece que hay que hacer algo para lavar una pretemporada tan mediocre como las anteriores en los despachos. Veremos si se hace y cómo se hace.

Jugadores que todavía no pueden inscribirse, nombres clave que parecen tener su inmediato futuro en otros clubes y una plantilla en cuadro que solo puede soñar una realidad lejana, muy lejana. Dicho de otro modo, por mucha literatura que los dirigentes pretendan vendernos, y salvo milagro, no hay equipo ni de lejos para pelear por los puestos importantes. No hablo de la Liga, qué va. Tan solo de aspirar a posiciones que dan opción a jugar a algo tan común en años anteriores como la Champions.

Los Lim consiguieron contagiar al personal con la compra del club. Se soñó con las proezas de un acaudalado empresario para levantar la losa que cada vez pesaba más a base de billetes y de inversión inmediata. Podía incluso recordar a clubes como el Chelsea o el PSG. Soñar era gratis para el valencianismo. Pero nada. Hoy por hoy este equipo sigue a años luz de cualquier objetivo serio, y duele ver como clubes como el Espanyol, a base de buen hacer, quedan como mínimo a la misma altura fichando buenos jugadores y un entrenador con experiencia. Otros, como Villarreal o Sevilla, ya se encargaron de pasarnos a toda velocidad en temporadas anteriores.

Lo que parece seguro es que los actuales dueños no tienen intención de dejarse la pasta a lo loco. Pretenden vender tranquilidad y sentido común para hacer las cosas, pero lo cierto es que no ilusionan. No saben. La verdad es que jugadores como Otamendi ya no están aquí, y otros como Alcácer, Mustafi o Diego Alves van a terminar en otros clubes en pocos días. Los malos resultados han obligado a ofertar los abonos más económicos de los últimos años y ni por esas. Recuerdo cuando había lista de espera para hacerse con un pase, con la ilusión de muchos que no podían pisar Mestalla porque tras aquella controvertida remodelación del estadio iban a salir a la venta tantos y tantos abonos todavía sin dueño. Y ahora, ni con las mejores campañas de marketing se consigue el «sold out».

Mucho tienen que cambiar las cosas para que este Valencia, al menos en identidad, se parezca a aquel no tan lejano de los Albelda, Ayala, Carboni o Aimar. Qué morriña, hace unos días, al ver a Claudio López y a Españeta en un bonito acto del club. Cuántas imágenes bonitas volvían a la retina con aquella escena de reencuentro. Hasta que no se consiga una plantilla sólida con valores e identidad, el valencianismo seguirá alimentándose de vacío y nostalgia. De momento, es lo que hay.

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