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Divagaciones

Otros veranos, otros tiempos (II)

Otros veranos, otros tiempos (II)

Las playas claras del Marítimo€ El mar de Sorolla, de Blasco Ibáñez: «Quiero descansar en el más modesto cementerio valenciano, junto al Mare Nostrum, que llenó de ideales mi espíritu, y quiero que mi cuerpo se confunda con esta tierra valenciana que es el amor mi alma». La Malva-rosa nació de la conjunción del mar y de la huerta. Hasta mediados del XIX una zona muy húmeda, prácticamente un marjal hasta principios del siglo XX. El monumento más antiguo de la Malva-rosa era el puente del moro sobre la acequia de Vera, «trasladado» al Paseo de Aragón de Alboraia. En su avenida, jugaban los niños y podían caer los carros que la circulaban, en la acequia que la recorrían. Con la idea de sanear la zona, un botánico francés, Felix Robillard, atisbó las condiciones del terreno para su explotación agrícola y compró 360.000 metros cuadrados, sembró: jazmines, rosas y, una especie de geranio al que bautizó como malva-rosa, montando en 1848 un establecimiento de horticultura.

En 1902, buscando una tranquila soledad, Blasco Ibáñez construyó su chalet. Deambulando por la playa conoció a Sorolla. Ambos empezaban a ser€ lo que serían€ En ese chalet Blasco Ibáñez escribiría algunas de sus novelas costumbristas€ Los muertos no vuelven de las zonas oscuras, porque si así fuera, cuando después de la guerra el ayuntamiento franquista incautó su residencia para ser utilizada por el Frente de Juventudes, con el temperamento de Don Vicente, la hubiera volado por los aires.

El desarrollo de las redes ferroviarias, y las tesis higienistas difundidas a finales del siglo XIX y principios del XX, potencian los viajes a las zonas de playa próximas a la ciudad que se convertían en lugares idóneos para el ocio estival, construyendo chalets. La prensa también refleja esta tendencia y nace la crónica de playa, en el que se informaba de las novedades de la temporada, la presencia de celebridades, los incidentes que se sucedían. Las naves de pesca, que hasta ese momento eran las únicas que la poblaban, fueron desplazándose poco a poco€

En 1904 Sorolla pinta «El Verano»: figuras que comunican la serena sensación del placer de las aguas€y los colores desatan su fuerza. Las Termas de la Malvarrosa construido en 1918 para instalar baños calientes de agua de mar, se convirtió en un lujoso restaurante donde el juego de seducción envolvía el espacio€ En el devenir del tiempo se convirtió en la sala de fiestas: Casablanca. Cuenta Manuel Vicent en Tranvía a la Malvarrosa que al principio de verano llegaba a la playa una formación de soldados que en medio del arenal, plantaban una caseta de madera con cortinas y ventanillas. En pasillos de listones preparaban una mesa con sillones de lona y una alfombra hasta el mar. Sonaba un cornetín a la llegada del capitán general, Ríos Capapé, y sus amistades. Ordenanzas vestidos de chaquetilla blanca pasaban bandejas€ Mientras se bañaban un batallón formaba guardia. Después desde un barracón de pescadores llegaba una paella portada en andas€ Era enorme, pequeño reyezuelo con mirada de tigre, que llegó a prohibir una obra de teatro por parecerle inmoral€ Dejo el paseo que se prolonga y prolonga€ Dejo el marjal que se convirtió en una bonita playa que inmortalizó Sorolla.

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