«¿Esto va en serio?» pregunta asombrada una persona que debe ser la única que no conoce el ritual. Y es raro, porque a pocos se les ha perdido algo un domingo a las diez de la noche en el camino de Nazaret a la Punta si no es para participar activamente en lo que está viendo. Y si: va en serio. La pedanía celebra sus fiestas y en el tercer día del mismo ya cumplen con los actos religiosos. Ayer, la Parroquia de la Purísima Concepción presenció la salida de las cinco imágenes que lo protagonizan. Las dos principales, las de la festividad, son la Purísima y San Miguel. Y por la relación con la comisión de falla y del vecino Nazaret, también procesionan las de la Virgen del Carmen, de los Desamparados y San José.

La fiesta hunde sus orígenes en los tiempos en que La Punta era un pueblo en sí mismo. Ahora son trozos separados por caminos de asfalto y hierro, razón por la que las cinco imágenes compusieron la curiosísima estampa de cruzar la pasarela que evita tanto la carretera de Nazaret a Oliva como las vías del tren. Los automovilistas no salían de su asombro al contemplar las andas iluminadas que parecían levitar por las alturas a su paso. Desde allí, las vírgenes y los santos recorrieron la gran calle de la Punta, la de Jesús Morante y Borrás, de punta a cabo, desde el Oceanogràfic a los antiguos depósitos de contenedores, toda ella profusamente enramada de murta. Una calle también atravesada por arriba por la autovía. A pesar de tanta traba viaria, La Punta revive en estos días su carácter de pueblo huertano. Las casas y garajes se abren y las sillas y mesas salen afuera para compartir charlas y viandas. Tras la jornada de ayer, La Punta celebrará durante toda la semana actividades de tipo más lúdico, que también son una excusa para el reencuentro.

Un robo durante la fiesta

No ha faltado la anécdota y nada agradable: la clavariesa fue víctima de un robo en su domicilio precisamente aprovechando que éste estaba abierto con motivo de la exposición del traje.