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Sujetar o atar

Sujetar o atar

María tiene 93 años, repite constantemente que se quiere morir, dice que en ésta vida ya lo tiene todo visto. Lucía su cuidadora es muy fuerte y servicial, dice que no quiere trabajar siempre cuidando ancianos, que se pone muy triste cuando se le mueren. Acude a las 8 cada mañana a casa de María, la asea, le cambia la ropa, le da el desayuno y la sienta en el sillón para que cambie de postura durante un rato. Pasa el día con ella, por la tarde la hija de María la visita y le da la merienda. A las 9 Lucía le pone el camisón y la acuesta. María por la noche se queda sola en su casa, Lucía, como le han dicho, la ata en la cama para que no se pueda levantar, no vaya a ser que se lastime. Cierra la puerta de la casa con llave. Cada mañana, con el miedo en el cuerpo, por si le ha pasado algo malo, acude a desatar y liberar a María.

La médico-geriatra Ana Urrutia , responsable de la Fundación Cuidados Dignos, opina que falta sensibilidad hacia las personas mayores y a las personas dependientes y que su atención está poco valorada socialmente. En los centros de personas mayores, cada vez hay más personas con algún tipo de demencia, señala que sería muy conveniente aprender junto a ellos a interpretar las situaciones de deterioro cognitivo. Urrutia lleva años implicada en erradicar la inmovilización de las personas mayores, para ella aunque se pretenda defender que técnicamente es sujetar, emocionalmente es atar. Informes de expertos señalan que mientras que en Dinamarca permanece con sujeción un 2% de las personas mayores atendidas en centros socio-sanitarios, y en Gran Bretaña o Alemania alrededor de un 5%, en nuestro país, aunque no disponemos de datos fiables, se sospecha que se inmoviliza entre un 20% y un 40% de mayores y entre un 60-80% de enfermos mentales más graves.

Recientemente la Federación Valenciana de Asociaciones de Familias de Personas con Alzheimer ha reconocido el trabajo de la Fundación Maria Wolff , fundación que lleva dos décadas de labor investigadora en estos temas y ha desarrollado terapias no farmacológicas para la atención de personas con demencia. Desde ésta fundación consideran que la utilización de sujeciones mecánicas o químicas ha de constituir un recurso excepcional al que sólo se debe recurrir de forma puntual.

A la madre de Raquel hace diez años le diagnosticaron Alzheimer. Al poco tiempo ingresó en una residencia para personas dependientes. Todos los días al caer la tarde se pone nerviosa, sin saber porqué se asusta y se vuelve más irritable. Deambula por los pasillos del primer piso donde está su habitación, se siente confusa y agitada. Dicen que padece el síndrome crepuscular, también llamado síndrome de la puesta del sol, y aunque durante el día tiene muy buen carácter, cada tarde, al anochecer empieza compulsivamente a manosear su ropa y a arrojar al suelo todo cuanto encuentra a su paso.

Raquel ha firmado su consentimiento para que su madre permanezca con sujeción mientras esté acostada. Teme que salga de la habitación, se desoriente, se caiga y se pueda hacer daño. Quizá desconoce Raquel cuánto han discutido los especialistas éste asunto de la sujeción mecánica o químicas en los últimos años, pero seguro que conoce las diferencias entre sujetar o atar.

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