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Y sin embargo me quedo

Indestructibles

Indestructibles

Durante estas semanas ando inmersa por cuestiones laborales en los mercados municipales. Más allá de la gran promoción con el Bonica Fest (acertadísimo el nombre y el evento), los mercados se merecen ser el centro de las miradas. Me ha dado por pensar en esa sociedad ultra moderna y despersonalizada sobre la que leíamos en las novelas de ciencia ficción, sobre todo las «distópicas» como las llaman ahora. En este momento me viene a la cabeza un artículo de Isaac Asimov titulado El Indestructible. Quien lo haya leído entenderá por qué lo recuerdo al leer mi disertación, si no han tenido ocasión, no se lo pierdan.

En las relaciones hemos evolucionado hasta poder comunicarnos en cualquier lugar y a cualquier hora, primero con sonido, ahora con sonido e imagen cada vez más nítida y mejor sincronizada en el tiempo, podemos ver cosas a tiempo real, imágenes grabadas por cualquiera, momentos cotidianos con una gran definición. Podemos seguir evolucionando, ¿y si ese artilugio, además, pudiera trasladarnos olores, texturas? ¿Y si simplemente andando con él entre nuestros semejantes pudiéramos sentirnos en ese lugar, captar sus esencias y las emociones de las personas que vemos alrededor? ¿Y si siguiera evolucionando y ese aparato en vez de llevarlo encima pudiéramos tenerlo alrededor, sumergirnos? ¿Y si la información accediese directamente a nuestro cerebro y activara los recuerdos de la infancia? ¿Y si nos hiciera volver a ella? Ese mega aparato podría estar en lugares cercanos a nuestras casas y como sería de mucha utilidad podría hasta ser público. Con entrada libre.

Nuestra forma de comer y cocinar también evoluciona, cada vez tenemos más información sobre los productos que consumimos, existe la trazabilidad, las normas de etiquetado, los controles de calidad. Puede que esa información evolucione y nos llegue al móvil con una app sólo acercándolo al producto, o que añada también en qué época es mejor consumirlo, o qué origen es el ideal, o cómo cocinarlo. Puede que esa información en vez de ser escrita nos llegue de manera auditiva o mejor aún audiovisual.

El siguiente paso es que a cada producto lo acompañara una ficha completa y personalizada con los temas que nos interesan contada de manera cercana. Pero además, puestos a pedir, podía preocuparse por nuestra salud o animarnos si nos nota decaídos. Como decía Asimov «¿Será sólo un sueño?» ¿Tendremos algún día un artilugio así? La respuesta es un sí rotundo. No es que la vayamos a tener algún día, es que la tenemos ya; para ser más exactos: existe desde hace siglos. Él no se refería a los mercados municipales, él hablaba de otra cosa que no desvelo para quien tenga interés en leerlo. Pero la conclusión es la misma, están ahí cubren todas las expectativas de hacia dónde queremos ir. Los mercados cumplen un papel social irremplazable, vertebran barrios, son refugio de relaciones humanas, para algunos el único lugar donde tenerlas. Los mercados nos devuelven a la infancia. Ninguna etiqueta nos va a contar nunca toda la información que nuestra tendera nos va a dar sobre la berenjena, cuándo, cómo, y para qué comerla. Además nadie nos va a subir tanto la autoestima en tan poco tiempo. No son reductos del pasado, el mercado municipal es el futuro. ¡Perla del Túria!

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