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La trastienda

Curiosidad por lo clásico

Curiosidad por lo clásico

Hace tan solo dos meses era noticia el megayate «A», que atracaba en la Marina Real de Valencia y que está considerado como la embarcación más cara y exclusiva en la actualidad, valorado en trescientos millones de euros. Nos mostraba un diseño moderno, minimalista y que desprendía lujo y jerarquía se mirase como se mirase. Tres piscinas, un helipuerto, una habitación principal de más de doscientos metros cuadrados y un sinfín de comodidades propiedad de un multimillonario bielorruso, que a bordo solo necesita una tripulación (se dice pronto) de treinta y siete personas fijas. Un vacile en toda regla que podía observarse durante el día que el propietario tuvo a bien amarrar en el Puerto de Valencia. Un último dato que publicaba este medio: su mantenimiento cuesta la friolera de 20 millones de euros al año. Me pregunto si la noticia no hubiera derivado en provocación hace dos o tres años.

En el mismo espacio, y a lo largo de estos días pasados, han sorprendido las largas colas por la visita del barco-escuela italiano Americo Vespucci. Los valencianos se han lanzado en masa a la oferta del buque, que permitía en diferentes horarios visitarlo abiertamente, sin ningún tipo de restricción y con la satisfacción de poder fotografiarlo hasta la saciedad. La gente se tomó con entusiasmo. No es la primera vez que un vehículo marino visita nuestras aguas con la posibilidad de visitarlo. Allá por 2010 el submarino Tramontana hacía escala en Valencia, un pequeño descanso entre maniobra y maniobra, y permitía su visita a lo largo de una jornada, con otro gran éxito de afluencia de público. Entre sus características, este submarino había participado en la polémica defensa de la isla de Perejil y se había utilizado para rodar una película de Charlee Sheen a finales de los años 80.

En el caso actual las posibilidades de visita han sido más holgadas. Contemplarlo desde lejos era ya de por sí un lujo si uno tiene en la retina tantas y tantas películas históricas del género. Presenta una arquitectura clásica llena de detalles muy cuidados, y su buena conservación puede dar a entender una edad diferente a la que tiene, ochenta y cinco años desde su construcción. No se deja nada al azar. El uniforme de los aprendices (para eso se utiliza el barco, con la finalidad de formar a nuevos cadetes) se mostraba especialmente acorde con el estilo clásico del propio barco, más allá de ser el vestuario oficial de los que aspiran a seguir creciendo en la marina italiana.

Otros buques militares amarraron en Valencia este mismo verano con posibilidad de ser visitado. Sin ir más lejos, el Galicia y el Infanta Elena, aunque la expectación no fue ni de lejos la misma. La atracción visual del barco italiano va más allá de tener o no conocimientos técnicos, y quizás sea por eso la positiva y llamativa acogida que ha tenido por parte de los valencianos estos días pasados.

Justo ahora que se debate sobre el futuro de la Marina Valencia, que tratará de abrir el espacio a todos los públicos, son buenas este tipo de iniciativas para que ciudadanos que tienen borrada de su mente esta zona se acerquen sin dudar a todo el entorno que ofrece el Puerto de Valencia. A diferencia de megayates y construcciones modernas, la historia y el amor visual por lo clásico es algo que los curiosos deciden escoger. Es lo que llamamos un éxito justificado.

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