La Valencia de principios del siglo XX experimentó una evolución hacia el movimiento conocido como Modernismo llegado de la mano de arquitectos formados en Barcelona y Madrid dentro de la corriente artística de la «Sezesión» vienesa, entre los que destacan Vicente Ferrer, Vicente Sancho y Demetrio Ribes, autor de la Estación del Norte, uno de los iconos del Modernismo en la ciudad. En los edificios se empezaron a aplicar nuevas técnicas, como el uso del hierro, y se introdujeron elementos decorativos como la cerámica y el vidrio. El modernismo valenciano se caracterizó por una cierta exaltación de todo lo propio, es decir, la huerta, las falleras, las naranjas y los pescadores que quedaron inmortalizados en mosaicos de colores, esculturas y adornos.

La ruta por la Valencia Modernista es una de las más famosas de la ciudad. La del centro histórico o l´Eixample son las más conocidas, si bien hay otras, como la del Marítimo. En la plaza de la Almoina, donde se encuentran las ruinas de la ciudad romana fundacionales, arrancaría una de estas posibles rutas. En este enclave se encuentra el edificio modernista del Punt de Ganxo, donde podemos ver en su fachada pilastras que imitan troncos, y sus balcones de piedra son diferentes unos de otros.

Desde allí se podría ir a la plaza de la Reina, buscando la del Mercat para ver la Casa Ordeig (1907) decorada con motivos fantásticos inspirados en la vecina Lonja de Mercaderes. Frente a esta joya del gótico civil, que sirvió de fuente de inspiración a arquitectos como Francisco Mora, se encuentra uno de los edificios modernistas de referencia en Valencia: el Mercado Central, que se inauguró en 1928 y que ahora conmemora el centenario del inicio de su construcción. El Mercado Central es visita obligada para los turistas y destaca por sus vidrieras y su cúpula de 30 metros de altura coronada por dos veletas, una en forma de pez espada y otra, adoptada como símbolo de este popular monumento, con forma de cotorra.

Del inmueble centenario se puede pasear hasta la Estación del Norte (1917), cuya decoración es una de las más bellas en este tipo de edificios, repleta de piezas de cerámica, mosaicos y azulejos con motivos de la huerta valenciana y emblemas de la ciudad, como las naranjas que decoran la fachada. En lo más alto de la construcción podemos ver, presidiendo el edificio, un águila de hierro, símbolo de la velocidad.

De camino a la estación de trenes, en la Plaza del Ayuntamiento hay algunos edificios de corte modernista como el de Correos (1922), aunque en general en esta plaza predomina el eclecticismo.

La arteria de la calle Colón

Desde la Estación del Norte se llega a la calle Colón, arteria comercial por excelencia y frontera de l´Eixample, donde se concentran las más bellas edificaciones modernistas residenciales, entre ellas, la famosa Casa de los Dragones, en la calle Sorní (1901) decorada con estos animales y cuyo estilo se adscribe al «historicismo modernista» de carácter medievalista. Su autor fue José Mª Manuel Cortina, considerado un genio valenciano del Modernismo. Escondida en esta fachada hay incluso una locomotora, guiño a la compañía de Ferrocarriles del Norte.

Desde allí se llega al Mercado de Colón (1914), declarado como el Central Bien de Interés Cultural y salvado de la degradación en 2003 para convertirlo en un espacio de encuentro con cafeterías y pequeñas tiendas. Desde allí la ruta sugerida podría encaminarse hacia la Gran Vía Marqués del Turia, donde se encuentra la Casa Ortega y la Casa Chapa.

Pasando al otro lado del río Turia, por ejemplo, desde el Puente del Real se llega al paseo de la Alameda donde se encuentra el Palacio de la Exposición (1909), el Asilo de la Lactancia y la Tabacalera. Un conjunto de edificios con reminiscencias modernistas construido para la Exposición Regional. Ya fuera de la ciudad quedarían otros ejemplos de este movimiento como el Asilo de San Juan de Dios, en la Playa de la Malva-rosa y el Palacete y Jardines de Ayora.