La noticia nos ha destrozado especialmente a los «compañeros» „sí, compañeros„ que conocimos a Rita Barberá Nolla desde que tenía 7 u 8 años; su padre, gran protector de compañeros de este oficio „quien esto firma se lo debe casi todo„ dirigía el vespertino «Jornada», la «Hoja del lunes» y el semanario «Clima»; y por la redacción de esta revista, en la calle de Cirilo Amorós, apareció más de una vez la chiquilla, con su madre, y allí que le daban un lápiz y ella dibujaba y escribía.

La herencia muy pronto de su padre, el inolvidable José Barberá Armelles, le llevó a estudiar Ciencias de la Información -además de Políticas y Económicas- y en su juventud aún la recordamos con el micrófono de la radio haciendo información y posteriormente escribiendo para los dos diarios, el de la tarde y «Levante», del que su padre fue un tiempo director cuando desaparecieron los vespertinos.

Alcanzó alto rango en la política „la más importante, el de la Ciudad, durante prácticamente cinco lustros„, pero seguía siendo la compañera de siempre y con una atención a quienes la habíamos conocido de chiquilla. Con ella trabajó su hermana Asunción -para todos, «Totón», que así la llamaban desde niña sus hermanas„, y su marcha ha supuesto un golpe para quienes la consideramos compañera e hija de maestro.

Las circunstancias en que trataron de envolverla no son tema de este comentario; no vamos a comentar la reciente actualidad, porque pesa mucho más los prácticamente sesenta años que la empezamos a tratar por primera vez- Ahora -eso, sí- no olvidaremos aquellas declaraciones que en el local de la calle de Quart hizo meses atrás, cuando dijo que presumía de la honradez y honestidad «que heredé de mi padre».

Ayer, miércoles, debió reencontrarse Allá Arriba con Don Pepe y Doña Carmen, que pueden estar orgullosos de la herencia familiar que dejaron