Cuando asumió la alcaldía de Valencia en 1991, ni el PP ni Rita Barberá tenían infraestructura en el mundo de las fiestas de Valencia. Su candidato, Salvador Cardona, procedente de la Semana Santa, tenía poco peso específico. Eso, y la casi paridad en votos de un auténtico vivero en ese sentido como era Unión Valenciana (UV), propició que dicha delegación fuera ostentada, sí o sí, por los regionalistas en la primera legislatura, con Vicente González Lizondo y Santiago Cerviño en la presidencia. Fue en 1995, una vez fagocitada UV, cuando su figura sí que pasa a estar asociada plenamente a esta potente corriente social, que reforzaría con la presencia en procesiones y actos de otras fiestas (San Vicente, Virgen de los Desamparados, Semana Santa, etcétera).

Desde 1995 a 2015, ediles del partido popular llevaron las riendas de las fallas: Alfonso Grau, Félix Crespo y Francisco Lledó. Veinte años bastante tranquilos en el debate político, puesto que Grau domesticó rápidamente a la oposición socialista, Crespo sólo pasó una primera parte de mandato con alguna tensión asamblearia y Lledó sí que sufrió la presión en su tramo final.

Especialmente significativo es el caso de Alfonso Grau, cuyos ocho años al frente de Fiestas -combinada con Hacienda„ le catapultaron en el escalafón del grupo municipal popular, yendo de la mano de Rita Barberá hasta que Nóos abrió una brecha insalvable entre ambos.

Este periodo de tiempo con el PP al frente de las Fallas se analiza como de «blanqueamiento» de la fiesta después de los duros años de la Transición y de la etapa socialista. Son viente años que pasan con muy poco ruido de sables, en los que las fallas fueron creciendo pacíficamente y cambiando sus estructuras sin prácticamente ponerles ningún pero, ni en lo bueno ni en lo malo, ni en los usos ni en los abusos. Y nunca estuvo en duda la dependencia de la Junta Central Fallera hacia el ayuntamiento.

La imagen de Rita Barberá está asociada a varios instantes de la secuencia ritual de las fallas. Posiblemente, la más conocida es la de su aparición en el balcón municipal en las «mascletades» y la aclamación general al grito de «que bote Rita, que bote Rita» que fueron reflejo de sus años de plenitud y que duraron hasta 2012, en que la aparición de grupos de protesta organizada le amargaron esos momentos de cuota de pantalla. Y de la misma manera que saludaba a quienes le mandaban gestos amistosos, no dudaba en replicar, también con gestos, a algún crítico que la recriminaba varios metros más abajo.

Reyes, presidentes y ministros

En ese balcón recibió a reyes, presidentes, ministros, embajadores, artistas y famosos mientras en megafonía sonaba el «Valencia en Fallas» de Vicente Ramírez. Más allá de la fallera mayor de turno era y fue, sin duda, la reina del balcón. Precisamente por eso, por querer jugar a lo contrario, Joan Ribó mostró claramente, en sus primeras Fallas, su rechazo a ese papel para ocupar un discreto segundo plano.

No menos asociable es su imagen en la Crida. Antes de que llegara la última, aquella en la que el «caloret» acabó por convertirse en una expresión-estigma, Rita Barberá hizo uso de ese altavoz audiovisual en numerosas ocasiones. De hecho, se le afeaba que convertía lo que debía ser un simple saludo antes de presentar a la fallera mayor en un discurso en toda regla, que rivalizaba con el de la reina de las fiestas.

Tampoco faltaba en la inauguración de la Exposición del Ninot, donde todos los años veía una o varias figuras dedicadas a ella. Y no lo dudaba: se reía con ganas con las ocurrentes, que eran muchas, y si alguna no le gustaba, la evitaba. Aunque si hubo, en ese sentido, una figura polémica fue la de 2001, cuando la artista Manuela Trasobares la retrató desnuda, como una Venus paleolítica. La figura fue retirada de la exposición y la propia comisión la destruyó.

Fue durante 24 años la encargada de comunicar el nombramiento de las falleras mayores de Valencia y acompañarlas en la proclamación. Ayer las redes se llenaron de mensajes de sincero cariño por parte de falleras mayores y cortesanas de todo su periodo.

El ancho de las faldas

No se preocupó por meter baza en aspectos básicos de la fiesta, pero si uno de ellos lo repitió hasta la saciedad fue su debate sobre el ancho de las faldas en los trajes de valenciana, que siempre consideraba excesivo. Algún directivo de la Junta Central Fallera y alguna indumentarista recibió una cortante crítica si no le gustaba cómo había quedado el vuelo, que no dudaba ella misma en acortar.

Ayer, numerosas fuerzas vivas, desde los que fueron los concejales festivos de su partido al actual, Pere Fuset y entidades festivas mostraron sus condolencias. La Junta Central Fallera suspendió los actos previstos de ayer y hoy.

Fue Musa del Humor en la Olimpiada de 1973

Nunca fue fallera mayor de comisión alguna, pero el 26 de octubre de 1972, una joven Rita Barberá de 24 años de edad fue nombrada Musa de la Olimpiada del Humor, un certamen multicultural que tuvo notable protagonismo en el programa de festejos desde el tardofranquismo a los primeros años de la Transición. «El humor es algo esencial, está en todos los ánimos y podemos decir que es armonía y felicidad. Estoy emocionadísima por mi nombramiento» decía Barberá, ya por entonces licenciada en Económicas, tras su nombramiento. Mari Carmen Signes Quiles, María Ríos Serneguet, Dolores Costa Adrián, Encarna Nula Cano, Mari Toni García Parra, Pilar Belén del Amo Díez y María Teresa Jiménez Lozano formaron su corte.