Los concejales del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Valencia, y todos aquellas personas que en algún momento durante los últimos 24 años formaron parte de los equipo de gobierno de la alcaldesa Rita Barberá, después de conocer su fallecimiento, nos hemos sentido consternados y abatidos porque nos dejaba una mujer con una dimensión humana y con una capacidad de liderazgo irrepetible.

Luchó denodadamente por lograr la Valencia actual de la que todos nos sentimos orgullosos. Quiso que su ciudad fuera reconocida en el mundo entero y puso todo su empeño y alma para lograrlo. Tuvo muchas posibilidades para dejar la Alcaldía, pero ella siempre quiso estar aquí, junto con los suyos, sirviendo a los valencianos, cerca de su tierra, a la que amaba con todas sus fuerzas.

Rita Barberá sentía Valencia de manera apasionada. Su máxima aspiración política era ser la alcaldesa de su ciudad. Vivía con intensidad su responsabilidad política. Noche y día se preocupaba y ocupaba de los más mínimos detalles que condicionan la vida de los vecinos. Si pasaba junto a una farola apagada, tardaba un segundo en llamar al concejal de turno para que la arreglara. Si encontraba una calle sucia, no descansaba hasta que los equipos de limpieza actuaban. Si entre los centenares de valencianos que se le acercaban por la calle o actos públicos recibía alguna queja o sugerencia, se la tomaba como algo personal resolverla y no descansaba hasta encontrar una solución.

Rita Barberá fue, ante todo, una política honrada y muy leal a su partido, con altitud de miras para alcanzar los máximos objetivos para Valencia y España. Supo, mejor que nadie, transmitirnos un sentimiento de autoestima a los valencianos para que reivindicáramos el protagonismo de Valencia como una de las ciudades más importantes del Mediterráneo.

Nadie le podrá negar su fortaleza, convicción, valentía, inteligencia y liderazgo para llevar adelante sus valores y principios políticos. Era admirable su determinación y su visión de futuro. No podía soportar que su ciudad, su querida Valencia, no tuviera el reconocimiento que merecía. Por ello trabajó a lo largo de sus 24 años como alcaldesa para mejorar la vida de los barrios de Valencia y conseguir que contaran con todos equipamientos públicos de las ciudades más avanzadas del mundo.

A Rita Barberá se le rompió el corazón una mañana lluviosa de noviembre, lejos de su Valencia. Desgraciadamente, algunas personas nunca supieron reconocer su entrega, honradez y respeto a su puesto de alcaldesa, porque el odio les cegaba. Ahora sólo nos queda llorarla y rezar por ella. Nos queda, además, desear que el odio que muchas personas vertieron contra ella no se reproduzca en nadie más.