José María Corbín, el cuñado de Rita Barberá, aseguró ayer que la senadora «ha muerto de pena, y, en esa pena, la fundamental aportación la han tenido los suyos». Corbín agradeció a «la gente, españoles y valencianos de bien y a todos aquellos que de forma espontánea» llenaron la catedral de Valencia el pasado miércoles, su respuesta a la convocatoria realizada por el cardenal Cañizares. «Abarrotaron, reventaron la Catedral y se vio cómo con emoción rezaban y recordaban a la alcaldesa, a Rita. Eso era el pueblo y eso nos da razón de vida y de seguir luchando», reseñó. El marido de Asunción Barberá explicó que la familia le recomendó a Rita Barberá que se apartara de las instituciones para dedicarse a su defensa. «Sin duda esa recomendación se le reiteró de forma muy continuada por toda la familia, sobre todo cuando se veía que el acoso estaba buscando el derribo por la vía rápida del maltrato físico al que se le sometía diariamente», dijo Corbín, que recordó que era conocida la «bravura de su actitud» y «cómo se rebelaba ante las injusticias, esa misma injusticia que la ha matado».

En esta línea, el también letrado admitió que Barberá estaba «tensionada, preocupada y se rebelaba ante la injusticia de lo que estaba ocurriendo», porque «no podía entender los minutos consumidos en un ataque sinsentido». «Rita no entendía lo que pasaba y todos sabemos que, cuando uno no es capaz de entender lo que pasa, es difícil de asimilarlo», insistió. «Toda la tensión venía determinada por esa persecución que nadie entendíamos y que era difícil de explicársela». Las «mentiras» que se decían «la tenían en una tensión permanente que ha ido minando su salud», dijo, para resumir: «Han podido con ella».

Ahora, por tanto, la familia lo que quiere es «el juicio de Dios y rezar por ella, que es lo que hizo el pueblo de Valencia en la catedral».