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Y sin embargo me quedo

Si tuviera que hacerlo

Si tuviera que hacerlo

Si me encargaran escribir el obituario de Rita Barberá no sabría qué escribir. No creo que me lo encargue nadie, pero si a alguien se le ocurriera hacerlo sinceramente no me vendría a la cabeza qué poner. Sin embargo tendría muy claro lo que no escribiría. No se me ocurriría buscar calificativos que ensalzaran su persona cuando tanto la he criticado. Se le atribuye a Poncela la frase «si quieres que hablen bien de ti, muérete». No se me ocurriría decir que fue la mejor alcaldesa de València, recuerdo a Clementina Ródenas y como mi abuelo la idolatraba hasta el punto de tener una foto suya en el comedor y no creo que ni a una ni a otro les hiciera mucha gracia. Tampoco creo que enumerara sus logros en forma de obras faraónicas y grandes eventos sin que subyaciera todo lo que costó legal y con serias dudas no tan legalmente. Si la hubiera conocido personalmente tal vez podría destacar algo pero como no fue así no puedo quedarme con nada. Me parecería hasta rastrero. A mí que me encanta el humor negro, hacer algún chiste, pero más rastrero todavía echarle la culpa de su muerte a alguien. Creo que no hay mayor acto de crueldad, porque siendo cruelmente sinceros el finado no se va a enterar pero hacer cargar a alguien con una muerte en su conciencia cuando no ha tenido una pistola en la mano o no tiene nombre o en este momento no lo encuentro. Tampoco podría cargar contra ella, ya lo he hecho bastante tras cada actuación suya, eso tampoco vale la pena recordarlo. No creo que recordara los malos momentos, de hecho no los recuerdo en este momento exacto tras la conmoción de la noticia. No podría decir nada de ella como mujer en un cargo público importante, jamás me sentí representada. Tengo muy claro que no caería en la falsedad de la elegía ni en la grosería de la burla. Si hubiera pertenecido a su partido podría hablar de su faceta política, pero desde luego si, pongamos por caso, en algún momento de la vida le hubiera dado la espalda, supongo que mantendría un honroso silencio. Durante muchos años de mi vida estuvo ahí pero tampoco podría reconocerle valores como el populismo o la puesta en escena en política, mi conciencia no me dejaría ya que son cualidades que ni valoro ni admiro. Tal vez podría intentar consolar a la familia pero sé que eso es imposible. El dolor de la pérdida de un ser querido ni se aligera con halagos ni se agrava con insultos. La suerte que han tenido sus familiares es que salió un día nublado porque ante ese dolor hasta que salga el sol fastidia. Supongo que intentaría rebuscar algún calificativo neutro como que formó parte de la historia de mi ciudad. Y eso es cierto, podría agarrarme ahí. Para lo bueno para unos y lo malo para otros, su nombre está unido a esta ciudad que la creó, la engrandeció y la vio caer. Lo que tenemos hoy en día es resultado de su gestión al frente del ayuntamiento, cada uno lo interpretaría de una manera pero nadie lo discutiría. Así que el homenaje ya lo tiene, aparecerá en los libros de historia. El tiempo y un juez, juzgará; y como era profundamente católica supongo que también Dios. Pero para el resto de los mortales se ha ido Rita Barberá, alcaldesa de València durante 24 años. Y punto.

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