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Cañas y barro

Rita, alcaldesa de Valencia

Rita, alcaldesa de Valencia

Me cuesta tanto creerlo. Me cuesta tanto pensar que ya no te veré por la estación del AVE Joaquín Sorolla para ir al próximo pleno en el Senado?

Tanto como me costó reconocer tu rostro sin su sonrisa. Tu mirada sin su fuerza, perdida, incrédula, abatida? Tanto como pensar que ya no estabas en el Partido Popular , tú que fuiste la persona por la que yo decidí afiliarme justo después de escucharte en un mitin en la plaza de toros . Y ahora te has ido.

Era demasiado Rita; desmedido; injusto. Lo pensaba y te lo decía cada vez que te veía, cada vez que hablaban de ti, cada vez que este tsunami golpeaba tu puerta. Te veía apagarte y aún así pelear. Lo tenías muy claro, defenderías tu inocencia hasta el final. Y así sabíamos que lo harías quienes te conocíamos . Por eso nos preocupaba. Nada ni nadie podría pararte. Habías entregado todo, habías dado todo a tu ciudad, a tu partido, a tu gente. Pero poco a poco se fue minando tu ser, tu cuerpo y tu alma. El odio, la envidia y el miedo acabaron con esa mujer a la que nada se le ponía por delante. Trabajar contigo era estar siempre vigilante, no existían los fines de semana, ni las vacaciones, ni el día de Navidad. No, aunque pocos lo sepan, ni el día de Navidad. Porque ese día lo reservabas en tu agenda para gente muy especial. Nos decías que ese día no era para nosotros, era para los que no tenían a nadie. Y allí nos llevabas a todos, al Cotolengo del Padre Alegre en Benimaclet , a abrazar a esas almas buenas a las que sus propias familias negaron ese abrazo, a cantar con ellas. Esa era tu Navidad y puedo asegurarte que la alegría que repartías la convertías en una Navidad inolvidable para los que estábamos contigo. Y allí nos íbamos todos los 25 de diciembre, muy temprano, cuando la mayoría dormían. Con las calles de Valencia todavía vacías.

Después nos esperaban los mayores de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de la calle Sagunto . Y te sentabas a comer con ellos, y a cantar? Y me llamabas: «Marta, me dice la Hermana que no pueden aparcar bien su furgoneta en la puerta, porque no hay plaza para personas con discapacidad, resuélvelo». Trabajo, dedicación, servicio sin descanso. ¿Cómo podías estar en todo?

Tus éxitos estaban más que justificados. Y los conseguiste a pesar de ser mujer. Si, a pesar de eso. Porque tú, como pocas, sabías lo difícil que es encontrar un puesto en un mundo de hombres. Tú fuiste capaz de romper ese techo de cristal y hacernos un hueco a las que veníamos detrás.

¡Te debemos tanto! Tus amigas y amigos, tus compañeros, tus conciudadanos.

Llenaste de color una ciudad que se había vuelto gris; abriste las puertas al mar y nuestras ventanas al mundo. Por eso como miles de valencianos estos últimos días, el viernes me acerqué al Ayuntamiento porque necesitaba decirte que todo lo bueno de la política lo aprendí de ti.

Y esta tarde seremos también muchos los valencianos que iremos a la Catedral para agradecerte el legado que nos has dejado. Gracias por ser un referente en buena gestión, cercanía y amor por Valencia. Siempre te llevaremos en el corazón.

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