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Su vida más cotidiana

Rita, la 'vecina' que se escondía tras el personaje

Quienes la trataron en sus labores más cotidianas reseñan la fuerza del personaje y describen en primera persona el abatimiento de los últimos meses

Rita, la 'vecina' que se escondía tras el personaje

Si grande ha sido el vacío dejado por la exalcaldesa Rita Barberá en el panorama político y social de Valencia, no lo ha sido menos en su entorno más cercano, en el mundo civil, el de la calle, donde Rita era una vecina más. Y es que aunque obviamente no era una persona cualquiera, de ella destacaba, o al menos así lo destaca quien la conocía, su proximidad a la calle y a la gente, lo campechana que era —esa es la palabra más repetida— y el carácter abierto que tenía.

En este reportaje hacemos un recorrido por algunas de las personas que la conocieron en esta faceta de «vecina» de Valencia y que también asistieron atónitos en los últimos meses al declive físico y personal de la exalcaldesa y senadora. De hecho, muchos de ellos le pidieron, con la confianza que tenían, que lo dejara todo y volviera a su tierra, a su barrio y con su gente.

Rita Barberá no era una persona de madrugar. Solía incorporarse tarde al trabajo para luego hacer jornadas interminables. No estaba mucho en casa, y menos después de que muriera su madre, con la que compartió gran parte de su vida.

Cuando salía a la calle siempre llevaba el pelo de peluquería. Siempre lucía el mismo corte y siempre se ponía en manos de Vicente García, el peluquero de Pascual (calle Jaume Roig), que sin dar pie a la pregunta ya adelanta lo «campechana» y lo «bromista» que era.

«Cuando le cortaba el pelo siempre me decía que como lo hiciera mal, me cogía la matrícula del coche para multarme», cuenta. Luego, sin embargo, todo era muy fácil, porque «siempre le hacíamos el mismo pelo, abombado, hueco y subido de los lados». «Por más que hemos intentado cambiarle el corte, no lo hemos conseguido», añade.

Por esta peluquería pasaba todas las semanas y alguna vez más «cuando tenía algún acto especial». Y «nunca hablaba de política ni le pedían fotos. Era una relación normal. Sólo se hizo una foto la semana pasada con una clienta, que es esa que anda por ahí».

De lo que sí hablaba es de su familia. «Quería mucho a sus sobrinos y tenía un sobrino nieto que iba enseñando siempre en el móvil», explica García. Por cierto, al niño también le han cortado el pelo alguna vez «porque lo ha llevado la otra hermana, Totón».

Precisamente por esa cercanía y cotidianidad, en esta peluquería también la vieron cambiar «semana a semana». «De una parte a ahora se notó mucho», dice su estilista. «Era una persona con un carácter muy abierto y muy entregada a su ciudad, pero la han acuchillado». En toda la peluquería se ha sentido mucho, asienten.

Y si el pelo era cosa de Vicente, la ropa era cosa de Alex Vidal. Cada mañana, cuando salía de casa, llevaba una de sus creaciones, siempre traje chaqueta para diario y vestido para las ceremonias o la noche. Tras su muerte, se confesó «muy apenado» simplemente porque «la adoraba». «Siempre será una amiga», repetía. No en vano, «mi padre vestía a su madre y yo la he vestido a ella durante veinte años». Y «el trato ha sido de mucho cariño».

Rita Barberá, en esto de la ropa, lo tenía claro. «Un día se miró en el espejo y dijo éste es el aspecto que quiero tener, y así fue toda la vida, con chaquetas de manga larga o manga corta, con hombreras porque tenía los hombros caídos y con falda para diario o pantalón para los fines de semana. Sólo me dejaba crear cuando tenía ceremonias», relata.

El último traje que le pidió fue un «Channel» para la apertura de la legislatura, pero «tardó en ponérselo, porque como pasaron tantas cosas». En realidad, «hubo un antes y un después de las elecciones en las que perdió la alcaldía», dice Vidal, que asegura que en el último año ya no le pedía nada. «Adelgazó mucho y se iba apañando con la ropa antigua porque no tenía ganas de nada. Ya lo único que le hacía era arreglarle los trajes porque iba menguado. Lo ha pasado muy mal», lamenta visiblemente emocionado.

Esos problemas de última hora los habían notado incluso en los lugares más abiertos que frecuentaba, uno de ellos la verdulería de Carmen Vivó, en el Mercado Central. Era uno de sus lugares favoritos y generalmente los sábados recorría muchos de sus puestos, entre ellos éste. «Cuando venía era porque tenía algo en casa o se iba a marchar a Jávea con la familia», explica Carmen, que durante muchos años le vendió, fundamentalmente, «frutos rojos, rebollones y habitas peladas». «Yo misma se las pelaba», dice.

En general, Rita Barberá «era muy querida en el mercado». «Iba a las paradas, hablaba con la gente y personalmente la conozco desde antes incluso de ser alcaldesa», explica Carmen. Pero «en el último año ya venía poco». «Hace unos meses que no pasaba por aquí. Se veía el deterioro y yo lo notaba además porque las últimas dos veces que nos compró nos llamó por teléfono para que se lo lleváramos a casa. Una pena. Era una mujer siempre agradable y campechana. Yo la quería mucho», asegura.

Y cuando no comía en casa o en familia, uno de los lugares preferidos para hacerlo era el restaurante Sausalito, en su querida Marina Real. Aunque la diversidad de locales era amplia, éste era uno de sus referentes, sobre todo entre semana. Allí iba con amigos y también con personalidades, entre ellas el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. «Decía que aquí se encontraba a gusto», explica el propietario del negocio, Tomás Brández, que después de tantos servicios, señala al pescado y, más concretamente, las puntillas, el pescadito fresco y el lenguado, como sus platos favoritos. «Comida normal, pero de calidad», reseña.

Por su exigencia, era una cliente cómoda de atender y amable con el servicio. Según dice, «tenía una gran personalidad y eso lo transmitía» a todo el que la rodeaba. El trato era «cordial y elegante, a la que vez que se veía una persona llana». Hace apenas 15 días que estuvo allí y, como no podía ser de otra manera, «se veía que estaba claramente afectada» por todo lo que la rodeaba».

Para este local, sin embargo, la admiración siempre fue mucha y «el personal está muy afectado». «Aquí lamentamos su muerte y lamentamos muchas otras cosas», dijo Brández.

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