Una semana después de que la calle de Sagunt albergara la fiesta de Sant Antoni le ha tocado el turno al Camino de Vera, donde la fiesta de bendición y homenaje a los animales, de compañía y de labor, tiene un sabor muy especial. En el barrio de Morvedre han sabido conservar la tradición a pesar de que el asfalto se tragó literalmente los caminos, los campos y las acequias. Vestigios, y no pocos, quedan sin embargo en los alrededores de la ermita. En ese reducto de huerta han vuelto a verse perros, conejos, tortugas y caballos por mor del esfuerzo de los propietarios de casas de labor y fincas que hay en la zona. A pesar de que, levantando la vista, se encuentran con autovías, subestaciones eléctricas y moles universitarias, a sus pies siguen teniendo hectáreas de terreno en la que los productos de huerta siguen creciendo.

La comisión de fiestas pone a disposición un programa muy pequeño, pero con mucho sabor: dispensando raciones de «cacau i tramussos» y mistela. O una rifa gigantesca y muy «a l'antiga», en la que colaboran comercios vinculados con la zona, aunque sea en la lejanía.

Corceles de hípicas como Aldi y Pataques contribuyeron mostrando sus jinetes y amazonas pasos de doma clásica a la hora de recibir la benedición y el trofeo o el «cabeçó», mientras cientos de personas pasaban la mañana en un espacio asombrosamente rural en plena urbe.