Erase una vez una ciudad, fundada en el s. ii por los romanos, Valentia, que constituyó uno de los principales centros demográficos de la península ibérica. Fué después árabe y por último cristiana. Durante la invasión musulmana, donde convivieron moros, judíos y cristianos en perfecta armonía, fue engalanada por Abd-Allad al Balansí, hijo del emir de Córdoba, que construyó, por encargo de su padre, una de las mejores murallas defensivas de la ciudad de aquella época y los jardines de Ruzafa, los más bonitos de Europa. A su puerto arribaban navíos de mercaderes genoveses, pisanos, napolitanos, marselleses y de Venecia y cargaban los productos que producíamos. En esta tierra no había emigración, todos querían vivir en Valencia.En este ambiente, llegó un rey aragonés, en plena reconquista, y estableciendo su campamento en el Puig de Santa María, conquistó Valencia, para los reinos de España y la civilización católica. Después de la primera celebración eucarística en el «Altar de la conquesta», se empezaron las obras de la Catedral y de la Real Iglesia Parroquia de San Martín, y se fué poblando la ciudad de iglesias, hasta alcanzar el número de los 152 templos románicos, barrocos, góticos... . Y en todos ellos existen campanarios y campanas. Y Valencia llegó a ser Reino, que lindó al norte con un Condado. Las campanas suelen ser de bronce (aleación del 78% de cobre y 22% de estaño) que acústicamente producen unas vibraciones tangenciales y fueron minuciosamente estudiadas por Matthieu y Maktesos. Por su parte, Fenkner y Auerbach, llegaron a la conclusión que las vibraciones son inversamente proporcionales al cuadrado del diámetro y proporcional a su espesor, en definitiva, pertenecen al grupo de los instrumentos que emiten sones musicales complejos. Las campanas, han servido para llamar a los fieles al culto, para alertar de los incendios, para dar cuenta del duelo por la muerte de algún vecino, para celebrar éxitos y victorias. Históricamente, las «campanas de las puertas» anunciaban el cierre de las puertas de la ciudad y «las campanas de la ignominia» la fustigación o ejecución de los criminales. Entre los usos civiles, la campana señalaba la entrada y salida de la fábrica, de la escuela, la salida del tren, las indicaciones de las horas?Se hacen famosos los campaneros, que desarrollan el arte de tocar las campanas. Así las cosas, esa ciudad creció y floreció bajo el mandato de ediles responsables y sensatos, habiendo dejado el listón muy alto, Rita Barberá, la que fue alcaldesa 24 años, hasta el punto de hacerse un hueco entre las importantes ciudades del mundo. Pero unas elecciones municipales pusieron como alcalde a un ciclista profesor de instituto, que llegó no por sus votos sino por el apoyo que le regaló el PSOE, frente a la posición más votada del PP, y que tiene una obsesión sempiterna por los gestos de izquierda, republicanos y anticlericales. Adopta decisiones que ofenden nuestras tradiciones seculares y uno se siente perseguido en su propia casa. La Real Señera, no entra ya en la Catedral el día de la Comunidad, desplaza las representaciones Navideñas, y no olvidemos que la Navidad no es otra cosa que la celebración del nacimiento del Hijo de Dios, una Navidad sin ese fundamento, es tan ridículo como un bautizo o una primera comunión civil. Desacredita la cabalgata de los Santos Reyes y saca reinas republicanas. Y los actos que organiza son seguidos por un pequeño puñado de vecinos amiguetes suyos, y ahora pretende que las iglesias paguen el IBI. Pues bien, en esa escalada anticatólica, ha llegado a prohibir que suenen las campanas de la Iglesia de San Nicolás, autentica capilla Sixtina Valenciana, declarada Monumento Histórico Artístico Nacional desde 1981. Magnifica gestión, como la de despreciar la estupenda labor por la ciudad del alcalde Rincón de Arellano, por el simple hecho de haberlo sido antes de 1975, por cierto del que mi padre fue Teniente de Alcalde.La razón espetada para censurar las campanadas es «la contaminación acústica». Esta hipocresía máxima, es la que ha movido mi desesperanzada pluma. Cuando este munícipe no sabe hacer nada sin polucionar acústicamente y atentar contra nuestro descanso. Yo les aseguro a Vds., como sufridor y sujeto pasivo de los desmanes contaminadores acústicos de Ribó, que no ha habido otro mandatario en esta ciudad, que con desprecio absoluto a los ciudadanos, que vivimos en el centro, nos haya torturado fin de semana tras fin de semana, montando estúpidos saraos hasta altas horas de la madrugada, con decibelios que él no padece desde su casa. Hasta el punto, que nuestras llamadas de queja han bloqueado reiteradamente los teléfonos de la policía local, y ahí estan los registros. Desde aquí yo hago un llamamiento a los presidentes de todas las comunidades de copropietarios del centro, para que uniéndonos no dejemos que este alcalde de obsesiones anticatólicas, toque impunemente la campana de la molestia. Sr. Ribó, sea coherente, respete las tradiciones de este pueblo, y no llame a voces al Payeter, porque si insiste tanto, seguro que vuelve.