«¡¿Pero qué más les dará?!». La decisión de la Concejalía de Movilitat Sostenible de prohibir el uso del carril bus para aparcar durante la noche ha generado un rechazo prácticamente unánime entre hosteleros, comerciantes, vecinos y hasta compañeros de gobierno en el pacto de izquierda que sostiene al Ejecutivo municipal. Pero los más cabreados, sin duda, son los conductores que a pocos minutos de las diez de la noche remolonean en torno a las grandes arterias de la ciudad para dejar el coche y acudir a cenar a alguna de las zonas de ocio de la ciudad.

Juan Pedro, vecino de València, espera subido en su vehículo a pocos minutos de las diez, con las luces de emergencia encendidas, mientras comprueba en el móvil si la prohibición ha entrado ya en vigor. «En las calles donde hay sitio para aparcar, me parece perfecto; en zonas como esta, está mal», lamenta en la esquina de la Casa de los Caramelos. 21.55 horas del pasado viernes. El carril bus que se extiende desde Blanquerías hasta la plaza Tetuán, con la oferta de hostelería del Carmen, es una de las filas más socorridas para los conductores en busca de ocio.

Una prohibición en aras de la accesibilidad. Los usuarios apuran las últimas noches antes de que entre en vigor, probablemente el día 10 de abril, la nueva vuelta de tuerca de la revolucionaria política de movilidad urbana del concejal Grezzi. Con esta medida, el ayuntamiento persigue garantizar la accesibilidad de las personas con movilidad reducida, el derecho al descanso de los vecinos afectados por el botellón en los carriles donde ahora se permite estacionar y mejorar el funcionamiento de la red de transporte público.

La medida, trasladada el jueves a los agentes de la mesa de movilidad, pone fin a 18 años de uso excepcional de este carril para favorecer el acceso a las zonas de ocio. Parece que al tercer intento, el concejal va a llevar adelante la medida.

Las alternativas: poco bus y nada de metro: «¿Qué quieren que paguemos taxi?». «Si lo prohíben tendrán que facilitar otro sitio. Se supone que la red nocturna de autobuses mejorará, pero el que viene de fuera de València? Debería haber algo de manga ancha», señala Juan Pedro, que se marcha cuando tocan las diez de la noche.

María José, que va con media familia al mismo casal fallero que Juan Pedro y Rebeca a la tradicional cita del viernes noche, está algo más cabreada. «Me parece muy mal. Luego no pasan los autobuses. ¿Qué quieren, que cojamos taxi?». La alternativa al coche, obviamente, es la preocupación de los conductores si se sustancia esta prohibición. «Debería haber aparcamiento público gratuito», sugieren en la asamblea improvisada.

Algunas de las críticas a la medida atacan precisamente la escasez de soluciones que ofrece el ayuntamiento en su apuesta por revolucionar la movilidad. La medida disuasoria del coche llega en un momento en que no parece haber solución a la parálisis de la línea T-2 de Metrovalencia que atraviesa el centro histórico, algo que se suma a la escasez de frecuencias nocturnas en el resto de líneas ferroviarias.

En cuanto a las opciones de la EMT, la concejalía va a suprimir el Correnit (una ruta nocturna hacia las zonas de ocio que ha tenido escasa aceptación), y con esos recursos va reforzar la frecuencia (de 45 a 25 minutos) de las dos líneas nocturnas con más actividad: la N1 y la N6. Nada se ha dicho de las demás líneas, que terminan su actividad a eso de las diez y media de la noche.

En este contexto, la principales arterías de la ciudad van a perder las casi 2.750 plazas que hoy ofrecen: Blanquerias, Guillem de Castro, Germanías, Gran Vía Marqués del Túria, Fernando el Católico, Ramón y Cajal, Primado Reig, Peset Aleixandre, Pérez Galdós, Cardenal Benlloch... es decir, las que dan acceso a las áreas de concentración de restaurantes y locales de ocio como Russafa, El Carme, Cánovas, etc. Y en las vías en las que podrá aparcarse, el horario se reduce una hora y media: de 22:30 a las 7 de la mañana, cuando ahora se permite de diez de la noche a las ocho de la mañana.

Visitantes nocturnos del área metropolitana: sin solución. El asunto preocupa, sobre todo a los habitantes del área metropolitana que se acercan a València, a los que ese prometido refuerzo de las rutas nocturnas no les sirve para nada. «Al final aparcaremos en Paterna», bromean Pedro y Regina, de Riba-roja. Como el grupo anterior, la pareja lamenta que al cierre del centro histórico se una ahora esta medida: «Al casco ya no entramos: sobreproteger la periferia ya es demasiado», protestan.

Lo cierto es que la pequeña muestra ofrece unanimidad en el disgusto con el nuevo giro en la agresiva política de movilidad que está asumiendo el ayuntamiento. «No me parece bien. No hay tanta frecuencia de autobús ni tráfico nocturno como para inhabilitar el carril», concluye Marisa Gil, habitual de València pero con residencia en una urbanización del área metropolitana.