El primer día de representaciones en el concurso de «miracles» vicentinos ha permitido que el «pare Vicent» haya obrado sus primeros prodigios: andar a una mujer tullida, devolverle la vista a otra, hacer generoso a un avaro o permitir que las familias pobres reciban alimentación lanzando su pañuelo. También ha ordenado la creación de un colegio de huérfanos, ha lanzado una plática en la que defiende el matrimonio y condena la violencia de género e incluso muchos años después de muerto revive en Agullent para devolverle la vida a una villa asolada. Son algunos de los prodigios, fruto de la tradición secular o de la imaginación de un autor, que pusieron ayer en escena los niños de los altares de Russafa, Carmen, Mocadoret, Pila Bautismal y Pilar. La de estos últimos era la más esperada por ser los grandes triunfadores del año pasado, pero también fue muy intensa la de Russafa. O emotiva la del Mocadoret, porque era la primera vez en treinta años que actuaban con niños del propio altar y no de un colegio.

Las representaciones se realizan en la sede de la ONCE con una discreta asistencia de público -normalmente, cada altar tiene su público, que ve su representación y, como mucho, la anterior o posterior-, aunque con la ventaja de la aceptable acústica sin micrófonos. Las asociaciones vicentinas rechazaron el ofrecimiento del ayuntamiento de poder de celebrarlos en la calle, en concreto, en la Plaza de la Virgen, con un teatro preparado en caso de inclemencias meteorológicas. La costumbre de celebrarlos en el salón de actos actual se ha quedado, de momento, como norma.

Hoy, cinco más

El concurso continua en dos sesiones más, que empezarán, como ayer, a las tres y media de la tarde. Hoy será el turno, sucesivamente, del Tossal, La Cañada, Mercado, Almàssera y Mercado de Colón. Y cerrarán el jueves los niños de Meliana (segundos clasificados en 2016), Xirivella, Riba-roja y Mar.