El pasado mes de febrero, durante el viaje realizado por las falleras mayores de València, Raquel Alario y Clara María Parejo, a la ciudad de Venecia para el reportaje central del Extra de Fallas de Levante-EMV, ambas pudieron visitar a un particular santuario del tejido. Una demostración de que esos miles de kilómetros no son distancia y que técnicas, texturas y colores pueden estar más cerca cuanto más lejos.

Y el caso de Venecia no es más que uno entre muchos. En Italia y en Francia, artesanos especializados tejen con la misma técnica y similar pericia que, aquí, se preparan los particulares sueños de falleras mayores de comisiones.

Tradición europea

No se trata de competir y comparar con las excepcionales empresas que hay en València y que tienen un producto altamente especializado. Se trata de beber de otras fuentes de tradición europea, que nos permite ganar en humildad, saber que lo nuestro es muy grande, pero que allá fuera también tienen tesoros a base de tramas y urdimbres.

Un cuadro de 1499 del pintor Giovanni Mansueti ya hace referencia a la familia Bevilacqua en la vida veneciana. La de «Tessitura Artigianale Luigi Bevilacqua» es la puerta que franquearon Raquel y Clara una tarde de febrero.

Nos atiende Sandro, el encargado del espectacular complejo, en uno de los edificios en los que esta firma de tejidos se ha instado en la ciudad. «De la fábrica de Luigi Bevilacqua se sabe que data de mediados del Siglo XVIII. Pero ha estado en varios lugares de la ciudad». El actual es tan especial como la propia ciudad: la entrada principal es un embarcadero propio en el Gran Canal y la trasera, una tosca puerta, junto a un puente, en una fachada vieja como ella sóla, donde una piedra tallada recuerda la última ampliación, hace casi cien años.

Veinte telares antiguos y juntos

Entramos en una sala indescriptible. No se trata de que haya un telar manual: hay dos, tres, cuatro? y hasta veinte. No estamos en la calle Hospital, en el Colegio del Arte Mayor, que exhibe orgulloso una de estas creaciones de madera. Aquí están alineados en varias filas.

Hay estanterías con cientos y cientos de cartonajes, como si de la Biblioteca de Alejandría se tratara. Cualquier parte que se mire recuerda a nuestra casa, pero multiplicada. Pasamos donde jóvenes operarias van lanzando hilos uno a uno. «Brocatello», «Damasco», «Lapazzo»? nombres que nos suenan. Y en el muestrario, Raquel, que tiene un don para reconocer el material de calidad, clava sus ojos en un «Velluto a mano». Un rollo de espolín en toda regla, que detecta al segundo. En tonos rojos más claros que el «rojo toscano» que ella misma luce en ese momento.

No se entiende como traje

Sandro no oculta su sorpresa por los trajes de Raquel y Clara. Los tejidos de Vives y Marí y Garín están más que a la altura de tan particular desafío. Aunque ellos no lo entienden como tela para vestir. «Trabajamos casi todo para exportación: países árabes, China, Rusia, Estados Unidos?». Tanto, que la página web está en italiano, inglés, alemán y ruso. Pero son cortinajes, forrado muebles? no nos debe extrañar ya el imaginar algún palacio lejano cubierto de cortinas de espolín. Los hay que pueden y quieren. También pudieron ver complementos realizados con tejidos venecianos. Trabajan para todas las grandes marcas italianas. Son los "accessori". Cojines, centros de mesa, zapatos, bolsos, llaveros... una versatilidad para la que «los nuestros» también están capacitados.

Aún al día siguiente, antes de regresar a València, ambas visitaron otro almacén del complejo, donde cientos de cortes de tela despiertan los sentidos. Hay género que entra en Valencia a través del mundo de la indumentaria. Álvaro Moliner tiene una línea propia de tejido italiano. «Tienen menos metales y los motivos florales no son tan grandes» explicaba Alejandro Moliner hace unos meses en una exposición de tela transalpina. «Se trata de telas muy ligeras porque no juegan con gamas de colores tan amplias y por esa misma ausencia de metales». No son, para entendernos, y salvo los «velluti», telas para lucir una exaltación como fallera mayor, pero sí como potente fondo de armario.

Aunque iban sobradas de calidad en sus trajes, Raquel y Clara regresaron de Venecia sabiendo un poco más. y con la conciencia de que, con lo que llevan encima, son un poco más ciudadanas del mundo.