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Serie de fotografías inéditas de 1904

Fiestas extraordinarias a la Virgen de los Desamparados de 1904

De estos festejos ha llegado hasta hoy la confección del tapiz floral dedicado a la Geperudeta

Los primeros años del siglo XX fueron convulsos para la política e iglesia valenciana. La ciudad de València es uno de los puntos de mayor agitación anticlerical de España y la convivencia entre los republicanos blasquistas y los componentes de la Liga Católica Valenciana, integrada por la coalición de carlistas, integristas y católicos antiliberales, es caótica. Sus planteamientos ideológicos son radicalmente opuestos, siendo simétricos en sus acciones políticas con una similitud en las manifestaciones públicas, en los enfrentamientos electorales así como en sus campañas de prensa y organización de mítines; esta hostilidad adquiere cotas de particular virulencia cuando ambas coinciden en cualquier tipo de manifestación. Los momentos de mayor agitación en este comienzo de siglo, se producen cuando la Liga Católica Valenciana reacciona oponiendo sus recursos de movilización contra un republicanismo que en la ciudad había hecho del anticlericalismo uno de sus puntos más importantes de su programa político.

El 1 de enero de 1904 la ciudad de València despierta con un nuevo alcalde, José Puig Boronat, del Partido Liberal, designado a propuesta del Gobernador Civil Enrique Capriles. Su cargo es efímero puesto que el 30 de marzo se ve obligado a dimitir por sus desavenencias con los republicanos de Blasco Ibáñez y los liberales demócratas de Eugenio Montero Ríos. El 31 de marzo le sucede como alcalde Miguel Polo Gil, del partido conservador, y será este alcalde el que apoye la propuesta de la Liga Católica para celebrar en el mes de mayo las Fiestas Extraordinarias a la Virgen de los Desamparados al celebrarse en ese año el Jubileo de la Inmaculada Concepción al cumplirse el quincuagésimo aniversario de la definición dogmática del singular privilegio. Era la excusa perfecta para realizar las fiestas más importantes jamás hechas en la ciudad de València a su patrona y así, de este modo, intentar frenar los movimientos anticlericales. A los pocos días de tomar la alcaldía el Sr. Polo empiezan los preparativos, se crea una comisión católica que asesora en todos los festejos y se designa a los artistas Aixa, Cebrián y Soria como responsables artísticos. Estos, junto al alcalde, tienen una conferencia el 16 de abril con el objeto de tratar los trabajos que han de realizar con motivo de las fiestas; se comprometen a presentar varios bocetos para tres o cuatro carros que participaran en la cabalgata, adornar con nuevas y vistosísimas colgaduras las Casas Consistoriales, la Casa Vestuario y la decoración de la fachada de la Basílica, así como la decoración de la fuente de la Plaza de la Constitución.

En un tiempo récord el proyecto se hace realidad y los días 7, 8 y 9 de mayo son los elegidos para celebrar las Fiestas Extraordinarias. Los preparativos han funcionado a una velocidad de vértigo. El 25 de abril empezaron con la instalación del gas para la iluminación de las bombillas de la fachada de la Basílica; el 2 de mayo el confitero Eugenio Burriel, en nombre de los comerciantes de la Plaza de la Reina, presenta al alcalde el proyecto de decoración de la Plaza costeado por todos ellos. El día 6 amaneció València con un brusco cambio en el tiempo, la mañana se cubrió de nubes en varias ocasiones y el calor era más propio del mes de junio que de mayo. Alrededor de las cuatro y media de la tarde el cielo se cubrió de negras nubes que desembocaron en una fuerte granizada y, más tarde, en ligeras lloviznas. El temor a que el tiempo desluciera las Fiestas era latente, mientras los preparativos llegaban a su fin esa misma noche, el adorno de la fuente de la Plaza de la Constitución quedó terminado. Esta se llenó de macetas y arbustos sobre una tupida alfombra de musgo simulando un artístico canastillo. A su vez quedó terminada la instalación del alumbrado y la decoración de la fachada de la Capilla de la Virgen, mientras los huecos de las puertas, balcones y ventanas se rodearon de marcos de follaje con millares de bolas de cristal y en los balcones se colocaron tres medallones con centenares de luces.

En el centro de la fachada e imitando un gran tapiz realizado con flores, el escudo de la ciudad y sobre él, un dosel también de flores bajo el cual se hallaba colocada la venerada imagen de la Virgen. Al pie del altar se levantó el tablado para los actos adornado de macetas y arbustos, y se colocó el toldo utilizado en las fiestas del Corpus. En la Plaza de la Reina se terminó de instalar una alta palmera artificial, aprovechando la columna de la farola que allí existía. Sus frutos estaban compuestos por centenares de perillas de colores que daban una iluminación muy especial y un frondoso y artístico macizo la rodeaba. Frente a la fachada de la Capilla quedaron colocados los tres carros de flores que figurarían en la cabalgata; la torre del Miguelete se adornó con banderas y gallardetes. De forma privada muchos vecinos adornaron los balcones del centro de la ciudad de forma espectacular para participar en el concurso de balcones promovido por el ayuntamiento.

Por fin llegó el sábado 7. Un vuelo general de campanas anunció la Fiesta a las cinco de mañana y a los pocos minutos grupos de dulzaineros y tamborileros recorrieron las principales calles de la ciudad. A las 12 se repitió el vuelo de campanas al mismo tiempo que fue disparada una traca, que en dieciocho minutos recorrió toda la carrera de la procesión. A las tres y media de la tarde fue trasladada la Imagen de la Virgen desde su Capilla a la Basílica, figurando en la comitiva los seminaristas, beneficiados de la Catedral y Cabildo metropolitano. Tras la imagen iban la junta de la antigua Cofradía y cerraba el cortejo la Banda Municipal. A la entrada de la Virgen en la Basílica se disparó otra traca que terminó en lo alto del Miguelete.

A las cuatro y media de la tarde salió la cabalgata, que abría la guardia Municipal de Caballería; les banderoles; los timbales y clarines; ocho reyes de armas montados; la Roca la Fama adornada con flores; la banda de música de Bomberos; nueve gremios con sus correspondientes banderas; los asilados de la Casa de la Beneficencia; un carro triunfal que figuraba el firmamento sobre el que se destacaba una niña que representaba la Purísima Concepción; la banda de la Beneficencia; los niños de la Misericordia; los niños del Colegio Imperial de San Vicente Ferrer con un carro ocupado por varios ángeles y una imagen del santo; un carro que representaba un cesto de oro, del que salía gran cantidad de flores y con un sol como remate, lo ocupaban niños vestidos de ángel. Otro carro con un templete en lo alto en cuyo centro había una vara de azucenas que simbolizaba la pureza, en la parte delantera ocho labradoras ataviadas a la antigua sentadas en la escalinata; la banda del Patronato; un tercer carro dedicado a la Virgen, con una gran esfera en su base que significaba el mundo, aplastando una gran serpiente que mordía la manzana del pecado mortal, sobre el mundo la Virgen entre ángeles; La banda Municipal; La Roca Valencia; Dos landós, uno con los maceros que estrenaban traje para la ocasión y otro en el que iban el teniente alcalde Sr. Ordeig y el concejal Sr. Lluch; la banda de música del Regimiento Mallorca; y cerraba la cabalgata una sección de la Guardia Municipal montada. Para finalizar la festividades de este día y ya de noche, hubo conciertos en la Plaza de la Constitución a cargo de la Banda Municipal y la Banda del Regimiento Guadalajara, en la Plaza de la Reina a cargo de la Banda de música de la Beneficencia y en la Plaza de San Francisco a cargo de la banda del Patronato. La animación en las calles duró hasta altas horas de la madrugada. Fueron espectaculares los encendidos de las miles de bombillas que decoraban la fachada de la Basílica, así como el encendido del adorno de la Plaza de la Reina.

El domingo 8 amaneció bastante despejado. A las tres y media de la madrugada se abrieron al público las puertas de la Basílica para escuchar la primera misa de cuatro. A las siete se celebró la Misa de la Comunión general oficiada por el canónigo arcipreste Sr. Lolumo y, a las nueve y media, tuvo lugar la fiesta solemne oficiada por el deán de la catedral D. José Cirujeda y Ros. Fue muy destacada la «entrà» de la murta. A las 6 de la mañana, partiendo de la Alameda, se dirigió el cortejo a la Plaza de la Constitución para recorrer la carrera del Corpus. En primer lugar iba una sección de la Guardia Municipal Montada, a la que seguían nueve grupas luciendo indumentaria antigua y enjaezados los animales con vistosas monturas. En un carromato iban los célebres cantaores Evaristo y Mugero improvisando coplas. Acompañaban a los copleros varios profesores de guitarra y algunas parejas de baile, y les seguían doce carros adornados y ocupados por labradores de ambos sexos. Cerraba la marcha un gran carro cubierto los lados con follaje y atributos propios del acto. A las once hubo concierto en la Plaza de la Constitución a cargo de la Banda Municipal, y al finalizar se disparó una gran traca. A las cinco de la tarde empezó una multitudinaria Procesión, en la figuraban los gremios con sus banderas, asilados de las casa benéficas de la ciudad, numerosas cofradías de varios pueblos (algunas de ellas con sus bandas municipales), los cleros parroquiales y asociaciones religiosas, representantes de corporaciones invitadas, comisiones del cuerpo consular, de las cuatro órdenes militares, Universidad, Real Maestranza y cuerpos de guarnición, y el Cabildo Metropolitano. Tras ellos la imagen de la Virgen con manto de tisú de oro bordado; tras ella, el deán, Junta de la Antigua Cofradía de la Virgen de los Desamparados, alcalde y corporación municipal y el Presidente de la Diputación. A las ocho de la tarde finalizaba la procesión con la entrada de la Virgen en la Real Capilla. El día festivo terminó con un castillo de fuegos artificiales lanzado en la calle Guillén de Castro.

El lunes 9, último día de festejos, aunque carente de la importancia de los días precedentes, mantuvo todo el día la animación en la ciudad. De nueve a once de la mañana se presentó el batallón Infantil en el Paseo de la Glorieta y en la calle de Peris y Valero, actual calle de la Paz, desfilaron con aire marcial y realizaron varias evoluciones. A las doce se adjudicaron los premios de balcones que fueron concedidos al balcón de la casa número 8 accesorio de la Plaza del Porchets como primer premio, segundo a los balcones comprendidos entre los números 5 y 11 de la calle de San Vicente y tercer premio, a los balcones de la casa número 4 de la Plaza de la Constitución, finalizada la entrega de premios en la Casa Vestuario se disparó la tercera traca que daba la vuelta a la carrera de la procesión con bifurcaciones en varios puntos. A las cuatro de la tarde, gran corrida de toros con los diestros Revertito, Dauder y Platerito. En la Plaza de Tetuán, a la subida del Puente de Real, se disparó un castillo de fuegos artificiales a las diez y media de la noche, que fue la nota final de las Fiestas Extraordinarias de la Virgen de los Desamparados de 1904.

De estas Fiestas ha llegado hasta la actualidad una de las tradiciones que nació en esa conmemoración. Se trata de la confección de tapiz de la Virgen de los Desamparados. Ese primer tapiz fue confeccionado por el pintor y artista Julio Cebrián Mezquita y el buen hacer de la florista Amparo Canet. Las flores utilizadas fueron claveles, amarantos, ojos de poeta, agaves, perican, siemprevivas, perpetuas, rosas y alelíes.

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