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"No tenía ni idea de que era un general franquista"

Los vecinos que sufrirán el cambio en el nomenclátor muestran su preocupación por las molestias que causará

«¿Sabéis que nos cambian el nombre a la calle?» Era uno de los comentarios más extendidos en la jornada de ayer en los puntos de reunión ciudadanos en una jornada laborable: bares, farmacias, hornos y comercios varios. Tanto para los que sí que van a ver cambiado su domicilio como los que preguntaban y respiraban aliviados al saber que se quedan como están. Y es que lo que se trasluce de los testimonios a pie de calle es que, más allá del cumplimiento de la Ley para la Recuperación de la Memoria Histórica, al ciudadano le incomodan los cambios. Y éstas les llegarán en forma de desaparición de determinadas rutinas. Con otro aspecto añadido: los cambios de rotulación a primeros de los ochenta se entendían como lógicos: Caudillo, José Antonio, Onésimo Redondo, Alférez Provisional, General Moscardó... los nombres franquistas que se retiran ahora son más difusos en la memoria porque ésta empieza a desmemoriarse, aunque no dejan de ser personas -en prácticamente todos los casos- que abrazaron y apoyaron el régimen franquista y, ley en la mano, no son merecedores de honores.

Incluso algunos reciben un tratamiento indulgente. «Conozco la historia. Traidores habrá y seguirá habiendo, pero eso ya es historia», asegura Manuel Checa, dueño de una cafetería en la calle Doctor Marco Merenciano. Posiblemente, el personaje más denostado de los que se les va a retirar el honor. Una vecina sí que lo tiene claro: «Es el que delató a Peset Aleixandre», ese cuya avenida discurre paralela a la de su verdugo y que sí que le pervivirá en el tiempo. La preocupación de Manuel es, sobre todo, material. «Acabo de abrir el bar y he hecho tarjetas, flyers y todo tipo de propaganda con el nombre de Marco Merenciano. Y además he hecho mucho stock. Para mí no es oportuno, desde luego. Para los vecinos, el tema del carteo será un problema, pero para los comercios más».

Los vecinos de esta calle viven en estado de permanente confusión. Manuel Lizondo recuerda que «hace años éramos la calle del General Moscardó; después, Marco Merenciano, ¿y ahora?». Félix del Río. Aquí llega la desmemoria también en el presente: «No sé quien es». «Me da igual que se llame así o Perico el de los Palotes. Si nos va a costar dinero a los vecinos, más vale no tocarlo. Pero, bueno, uno se acaba acostumbrando al nombre que le ponen». El jurista y procurador de las cortes franquistas José Castán Tobeñas fue agraciado con una supercalle en el barrio de la Olivereta, larga como ella sola. Ahora, su nombre irá pasando al olvido. Los numerosos vecinos de esa calle tienen los sentimientos divididos. Por una parte, el nombre alternativo no está mal: «calle de la Democracia». Pero en la farmacia de Victoria López se asegura que «lo que tenían que haber hecho es devolvernos el nombre anterior, que era Quart Extramuros. Es el nombre de toda la vida. Podían habernos consultado y lo habríamos dicho sin dudarlo, aunque lo de la democracia esté bien». Y más allá del cambio, la molestia: «va a ser mucho jaleo: los tiques, facturas, hasta las bolsas, la dirección. Por lo menos, el cambio está bien».

¿Quien es Jerónima?»

Y es que, en el cambio de nomenclatura, el problema no es que quiten un nombre que puede evocar mucho o poco al franquismo, que también, sino el que se le pone alternativo, y no ya por los méritos, sino por la pronunciación. Con el tiempo se entenderá el error histórico que se salda con una valenciana que ejerció la profesión de impresora hace quinientos años. A los vecinos de General Barroso les choca que su calle pase a denominarse Jerónima Galés.

«Me parece bien el cambio porque avanzamos, que quitamos lo que tenía que ver con el franquismo, pero mucha gente estaba muy acostumbrada al General Barroso y cambiarlo es un lío. Tengo amigas que me dicen que tienen hijos pequeños se han aprendido el nombre de la calle y ahora tienen que volver a empezar. Pero, bueno, todo es avanzar y todo lo que sea para el cambio, mejor», dice Paula Pardo.

Juan Carlos Hernández regenta uno de los hornos de la calle. «Siempre la he conocido como General Barroso. No tenía ni idea de que era un general franquista. Tienen que gastarse el dinero en cosas más importantes que en placas. Ahora se empezará a comentar bastante en el barrio. ¿Jerónima Galés? Parece que el otro no nos entra, pero si lo cambian, lo cambian y nos entrará. Eso sí, ahora a todos los proveedores les tendremos que dar el nombre... faena». Miedo a lo desconocido, porque lo normal es que la práctica totalidad de los vecinos de una calle no hayan conocido otra denominación a lo largo de su vida y ahora se encuentran con un cambio. Es lo que sucede, por ejemplo, con los vecinos de la calle General Urrutia. «No hemos conocido otro nombre. Esto antes era un camino de tierra, porque aquí lo que había era huerta y se prolonga hasta la Carrera En Corts», dice José Antonio Arenas, vecino de esta zona que separa los barrios de la Fuente de San Luis y Monteolivete. Aunque se le atribuye la rehabilitación del claustro de la iglesia de Santo Domingo, no dejaba de ser un gobernador militar de la dictadura. Tras su fallecimiento en 1959 se rotuló en su honor lo que era la prolongación de la calle Luis de Santángel. Será sustituido por otro general, Amado Granell, del bando republicano, pero conocido por ser el primer oficial en entrar en el París liberado de los nazis.

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