Ha surgido en las últimas semanas una serie de noticias en torno al teatro Escalante, de la calle de Landerer, que se regenta actualmente con mano oficial y que, si bien no resultaba ahora muy rentable, los viejos aún recordamos cuando lo dirigía su propiedad, el Patronato de la Juventud Obrera, y resultaba apetecible por el público juvenil e infantil.

Entonces se le conocía por el «Teatro Patronato», y los sábados y domingos ofrecía espectáculos y distracciones para los pequeños, que íbamos entusiasmados de la mano de padres, madres, abuelas, abuelos y hasta con la «tata».

Lo más entrañable eran las sesiones de noviembre y diciembre, cuando en el escenario del «Patronato» nos mostraban aquellos inolvidables «Belenes», que nos anticipaban las fiestas de Navidad.

Los «villancicos» del Patronato los repetíamos muy a menudo a lo largo del año, y después de las vacaciones de Navidad y Reyes comentábamos en el colegio con los compañeros lo que habíamos visto en aquel teatro. Los que también habían estado, repetían frases y canciones, y a los que no estuvieron les contábamos lo visto en los días previos o posteriores al 24 de diciembre.

Fuimos creciendo y recordábamos el lugar cuando nos llevaban casi enfrente, antes de la entrada en esa calle: la «Casa de los Obreros», donde en la juventud ya empezamos a conocer el arte escénico español.

Pero la «Casa de los Obreros», como el «Patronato», dejó de ser programado por su firma titular. Primero, al comienzo de los años sesenta, lo alquiló un empresario particular, Mariano Guillot, que era impresor y maestro nacional; lo programó en seguida a diario, con el nombre de Teatro Talía, y funcionó muy bien hasta que lo dejó; y fue dirigido por entidad política, que tuvo que dejarlo por no resultar rentable; sino muy costoso para las arcas públicas, y he aquí que tuco que pasar a ser programado por la empresa del Olympia, y así funciona perfectamente.

Y no olvidemos que el Teatro Principal, en aquellas décadas, propiedad de la Diputación Provincial, recibía ésta un fuerte alquiler de una empresa madrileña, a la que resultaba muy rentable su explotación; y ofrecía toda clase de espectáculos, desde ópera a revista, pasando por comedia y sainete; pero luego, rescatado por la empresa política, ya cuesta dinero al erario público.

El refrán ya dice que el zapatero se dedique a sus zapatos; que los teatros sean dirigidos y regidos por empresario y rectores profesionales. Como ocurría entonces, cuando los citados tenían que competir con otros locales del ramo -Apolo, Eslava, Ruzafa, Serrano, Alcázar- y todos iban adelante.