Ayer, como cada domingo, miles de ciclistas salían a las carreteras valencianas como suelen acostumbrar con alegría e ilusión, aunque sin tener claro o no si ese día les tocaría a ellos ese conductor inconsciente, ese susto o ese accidente que tantos muertos y heridos causan año tras año.

Al mismo tiempo, y para reivindicar más concienciación y denunciar los últimos atropellos mortales, como el producido en Oliva por una conductora en estado de embriaguez y drogada que se llevó tres vidas por delante, varios miles de amantes de la bicicleta se reunían frente a la estación del Norte de València. Ellos recorrían el recién creado anillo ciclista juntos, en unidad y solidaridad por todos los compañeros y compañeras, los que están, los que ya se fueron y los que vendrán detrás. Sí, porque esta marcha, organizada por la de Federación de Ciclismo de la Comunitat (FCCV) y su Comisión de Cicloturismo, y donde estaban, entre otros, el conseller de Educació, Vicent Marzà, y el concejal de Movilitat, Giuseppe Grezzi, tenía un carácter familiar y lúdico en el que cabían todo tipo de personas.

En ella no faltaron carteles reivindicativos como el que solicitaba, precisamente, la distancia de seguridad de 1,5 metros de los coches con los ciclistas. Así como otros que decían que «en la bicicleta no va un ciclista, va una vida». «Respeta al ciclista», «No + muertos ciclistas» y «#PorUnaLeyJusta».

La gente, que copaba las calles aledañas desde antes de las 11 de la mañana, comentaba los motivos que les habían llevado a cambiar sus rutinas de los domingos y desplazarse a València para dar visibilidad a este problema y para intentar que la sociedad, de una vez por todas, tome conciencia de que ahí, sobre esas dos ruedas, circula, una vida con mucha gente detrás, con una historia y con las mismas ganas de llegar a casa sana y salva que aquellos que van al volante de un automóvil.

En esta línea, Carlos Salazar, que conduce un tráiler entre semana y que sale en bicicleta los fines de semana, conoce bien las carreteras y las situaciones que se dan cotidianamente en ellas: «Cada uno tiene que ir por su lugar. Lo que no puede ser es que la gente no tenga respeto de los ciclistas y tampoco que el ciclista vaya por donde le de la gana». Y exigía «más de concienciación porque la calle es de todos y todos tenemos los mismos derechos».

En la marcha participaron integrantes de muchas asociaciones y de equipos ciclistas amateurs, así como gente acostumbrada a circular por la ciudad o por la montaña. Había niños, mayores y hasta parejas a bordo de tándems en una muestra de la diversidad de gente que, cada vez más, elige la bicicleta para desplazarse de forma más o menos cotidiana. Precisamente, este incremento ha de llevar a una mayor construcción de carriles bici, algo que, a veces todavía se olvida. Como decía Luis Catalá, que llegaba desde Moncada: «Todavía hacen carreteras nuevas que no tienen ni arcén. Algo que tendría que ser obligatorio». Y mientras tanto, la gente sigue jugándose la vida y muriendo sobre sus bicis.