El Museo de la Seda de València celebra estos días el aniversario de su rehabilitación integral con la restauración y puesta en uso de un telar de «vellut» (terciopelo) que emplea la técnica del siglo XV y cuyo manejo mostró ayer Vicente Enguídanos, considerado «el ultimo velluter» de la ciudad. El telar, donado por este artesano, representante de una tercera generación de velluters, es una «pieza única». Enguídanos se mostró ayer emocionado y agradecido a la Fundación Hortensia Herrero que ha devuelto a la vida al Colegio de la Seda haciendo posible recuperar el telar y volverlo a poner en funcionamiento.

El telar que ayer se presentó en el Colegio de la Seda y que se mostrará en funcionamiento a los visitantes junto con el telar de espolín ya existente es una pieza «única en España» y de gran importancia para el gremio porque supone la recuperación «del símbolo, el origen, la esencia del barrio de Velluters y del Colegio del Arte Mayor de la Seda». Así lo explicó ayer el presidente del Colegio de la Seda, Vicente Genovés, quien informó de que en el primer año de funcionamiento del colegio, reconvertido en museo tras la rehabilitación integral impulsada por la Fundación Hortensia Herrero, ha sido un éxito, con 45.000 visitantes, lo que lo sitúa al nivel de los museos municipales de las Torres de Quart y l´Almodí.

El telar de vellut se encontraban entre los fondos museísticos del Colegio del Arte Mayor de la Seda en espera de ser restaurado. Enguídanos, que empezó a aprender la técnica del «vellut» con 12 años y que ayer aseguró que el telar restaurado «ha sido toda mi vida» explicó que en la ciudad ya no queda ningún artesano que teja vellut. A sus 85 años este artesano valenciano sigue manejando con maestría las lanzaderas y la «tellarola», una herramienta clave para cortar el terciopelo. Explica con orgullo que los genoveses trajeron a València la técnica, donde alcanzó su época de esplendor en el siglo XV con 1.200 telares que dieron nombre a un barrio entero, el de Velluters (Mercat). En 1479 se creó de manera oficial el Gremi de Velluters gracias a la fortaleza de los tejedores de este material. Entre 1450 y 1525, de los 2.500 residentes biografiados como artesanos de la seda, 2.000 eran velluters.

Con el paso del tiempo, el barrio de Velluters fue el centro neurálgico del comercio de la seda en València, una huella histórica que «hoy se mantiene gracias al edificio del Colegio del Arte Mayor de la Seda. El terciopelo fue cediendo espacio al espolín y en el siglo XVIII se calcula que habían 3.500 telares en Valencia, de los cuales, ya solo 900 se dedicaban al tejido del terciopelo. En el XIX se produce progresivamente un descenso del telar tradicional manual por el mecánico, algo que en el XX se generaliza. El «vellut» se deja de tejer manualmente en la segunda mitad de siglo. «Las máquinas hacen cosas maravillosas, pero las telas no tienen el valor de lo artesanal», destacó Vicente Enguídanos. En una clase magistral, Enguídanos explicó ayer la técnica del tejido de Vellut, laboriosa y compleja, en la que se emplean 6.000 hilos. En una jornada de trabajo se puede llevar a fabricar 30 centímetros de terciopelo. Una pieza de varios metros puede llevar semanas, meses si es labrado y hasta un año si es espolín.

Precisamente a este tejido, con el que se fabrica la indumentaria fallera, y al color, se dedicará en octubre la próxima exposición temporal del Colegio de la Seda. La pieza central de la exposición será un códice del siglo XV que recoge las primeras ordenanzas de los tintoreros valencianos y que ha sido recientemente adquirido por el colegio a un industrial de Madrid. El colegio pagó una elevada suma de dinero por el códice (12.000 euros). Vicente Genovés asegura que más allá del coste lo importante es que el colegio ha recuperado una pieza de valor «incalculable» para el gremio.