El reinado del naranjo amargo (citrus aurantium) en los alcorques de València puede tener los días contados. De los 140.000 árboles de la ciudad, 12.264 (casi el 9%) son naranjos amargos, un porcentaje que el actual alcalde, Joan Ribó, de Compromís, quiere corregir.

El regidor aseguró el martes durante el ciclo «políticas municipales contra el cambio climático» organizado por Levante-EMV y moderado por su director, Julio Monreal, que el Govern de la Nau está elaborando «una estrategia de diversificación del arbolado de la ciudad porque hay un exceso de naranjos y palmeras».

«Incluso sobra algún ficus», destacó Ribó quien aseguró que hay que ir a la «implantación de arboles más frondosos», una reclamación vecinal reiterada en una ciudad donde la falta de zonas de sombra y el exceso de plazas de obra dura no ayudan precisamente a soportar las elevadas temperaturas.

La anterior alcaldesa, Rita Barberá, hizo del naranjo su árbol predilecto, convirtiendo la repoblación de las calles con este ejemplar en objetivo electoral en 2003 y triplicando su número en apenas una década. El naranjo domina así en parques y alcorques, seguido del plátano de sombra (9.865), de la melia (7.606 ejemplares) y del acer negundo (6.482 ejemplares).

Ademas de la aplicación de políticas a favor de la bicicleta y el peatón para frenar el cambio climático, el alcalde quiere dar impulso a una nueva estrategia para conseguir unos jardines y parques urbanos sostenibles que permitan racionalizar el consumo de agua y energía.

Bajo la denominación de «smart-gardering» el ayuntamiento ha puesto en marcha buenas prácticas como la plantación de especies con bajas necesidades de mantenimiento y baja frecuencia de poda o la reutilización de los residuos de poda como abono orgánico.

Naranjas sin recoger

El impulso del anterior gobierno del PP a la plantación de naranjos, a la que se destinaron incluso fondos del plan Zapatero, desplazó al almez como árbol predominante en València. El almez, más frondoso y de hoja caduca, permite pasar la luz en invierno y proteger de la radiación en verano, sin embargo, requiere más agua. En su día se talaron estos ejemplares de calles enteras como Maestro Palau, donde se eliminaron una treintena de ejemplares.

Entre los puntos positivos del naranjo está que tiene un crecimiento moderado y el tronco no se pudre. Los vecinos, sin embargo, se quejan de la suciedad que genera la melaza de las flores y los frutos caídos en las calles (que no se recogen con la frecuencia anunciada en su día, cuando se dijo que se reutilizarían para hacer cosméticos y mermelada) así como las plagas, de pulgón y mosca blanca que lleva asociada esta especie.

Sobre la decisión de eliminar naranjos, palmeras y ficus y sustituirlos por otras especies más frondosas, el paisajista valenciano Rafael Narbona asegura que lo importante no es tanto la especie como «dejar de hormigonar calles y permitir que los árboles crezcan» con alcorques más grandes y adoquinado permeable.

«Más allá de modas o gustos la decisión sobre la plantación de un árbol u otro debe obedecer a tres criterios fundamentales: que no sea una especie invasora, que sobreviva sin necesidad de riego y que crezca rápido y proteja del sol», afirma el experto.

Las especies autóctonas (que no es el caso de naranjo) no siempre funcionan, añade. En la avenida Aragón se plantaron hace décadas encinas que siguen sin alcanzar el porte suficiente para generar sombras agradables. Otra de las especies predominantes es el ficus nitida o laurel de Indias, una especie muy frondosa, que puede encontrarse en calles como San Vicente y Colón, «la milla de oro valenciana», donde la falta de poda ha dado pie a quejas de vecinos y comerciantes. Palmeras, jacarandas, aligustres, acacias, moreras, árboles del amor, olmos y pinos son otras de las especies que más se ven en las calles.