El almuerzo en València es un ritual indispensable de las mañanas del fin de semana y la bodega La Pascuala siempre ha sido uno de sus templos. Son conocidísimos sus grandes bocadillos y platos típicos de la gastronomía valenciana, y su éxito se traduce en reservas con 15 días de antelación.

La bodega nacida en 1921 ayer estrenaba un grandísimo local, tras cerrar el que ya era un mito en la calle Eugenia Viñes. No muy lejos en el número 297 de la calle Doctor Lluch, ayer se volvían a servir los bocadillos -hay casi 50 posibilidades- sus tapas y cervezas. La estampa ayer a las 12 horas era la de la bodega llena, gente esperando también fuera, y el trabajo a toda máquina del equipo de camareros.

El establecimiento, de grandes dimensiones, cuenta con un gran número de mesas altas y bajas, y ha sido decorado con muchas fotografías en blanco y negro de puntos emblemáticos de la ciudad, fotos de familia de los trabajadores, que también aparecen representados en un enorme retrato cerca de la barra. Sus ventanales le otorgan al nuevo local una gran cantidad de luz natural y destaca también un gran mural de cerámica con motivos del Cabanyal-Canyameral, como animales marinos, los bueyes de los pescadores, referencias a la Semana Santa, el tranvía o las fachadas únicas del barrio. Este gran mural ha sido idea de los propietarios del local, José y Merche. También se ha colocado una gran parte de suelo de estilo hidráulico para darle un toque tradicional.

Entre los comensales, ayer ya había muchos de sus fieles, como Manuel y Alejandro, padre e hijo, que son devotos del famoso bocata «Súper» de carne de caballo, cebolla, beicon y queso. Uno logra siempre acabárselo, mientras que el otro confesaba: «siempre lo parto y me llevo la mitad a casa». Cerca de una despedida de soltero también se encontraba otro Manuel, que junto a su mujer acude desde hace 10 años a La Pascuala, quien calificaba de «estupendo» el nuevo local y recomendaba el «all i pebre», el conejo al ajillo y la caldereta.