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Entrevista

Celia Calabuig: "El reto es que la gente salga de l'Oceanogràfic con conciencia ambiental"

La presidenta de Avanqua defiende la labor de investigación abierta para proteger el mundo marino

Celia Calabuig: "El reto es que la gente salga de l'Oceanogràfic con conciencia ambiental"

Da la sensación, por lo que se ve, de que este Oceanogràfic gestionado por Avanqua (Aguas de València, Ket Gestión y el acuario de Vancouver), tiene poco o nada que ver con el parque temático de la anterior concesionaria.

No, la verdad. Cuando entramos aquí vimos todas las posibilidades que existían y que no se habían explotado. Es cierto que coincidió mi forma de pensar y la gente que nos encontramos que ya estaba aquí trabajando. La relación que tenían con los animales nos acabó de convencer de por dónde tenía que ir el nuevo rumbo. En este tiempo, además, hemos estado por acuarios en otras partes del mundo y poco a poco hemos ido aprendiendo. Vancouver, por ejemplo, que es socio nuestro, tiene un acuario muy chiquitito pero con una gran labor de divulgación y conservación. Eso es lo que queríamos también para València.

Es que hay hasta ranas en algunos lagos de la entrada.

Estamos intentando reproducir el hábitat de l'Albufera. Se retiró el cloro y enseguida, con la entrada de agua de los canales, afloraron las algas y vegetación típicas de aquí. Hay muchísimas y por la noche es un espectáculo oírlas cantar.

¿Por qué una empresa como Aguas de València, con un negocio consolidado, decide adentrarse y arriesgarse en un mundo desconocido para ella?

Dos personas que en su día habían trabajado aquí vinieron a presentarnos el proyecto a Aguas de València porque necesitaban un socio financiero y local. Aquello nos gustó y nos enganchó, la verdad. Eduardo Nogués, que hoy es el director, comparte también esta filosofía de conservación ambiental y de intentar hacer algo por el medio marino. Aunque nos sedujo muchísimo la propuesta, lo cierto es que pensábamos que no íbamos a sacarla adelante. Pero nos la dieron para sorpresa nuestra.

A l'Oceanogràfic y a Aguas de València solo les unía hasta ese momento el término agua. De tiburones, tortugas y medusas los hermanos Calabuig Gimeno no debían saber demasiado, imagino.

Bueno, equipos de Aguas de València habían participado al principio en la instalación del acuario, pero realmente sí, solo nos unía la palabra agua. La realidad es que en Aguas también se estaba dando un cambio de mentalidad y esto nos pareció perfecto para poder contribuir a lo mismo. También tenemos operaciones de voluntarios para recuperar zonas cercanas a los depósitos y colaboramos con la Fundación LIMNE en el Proyecto Nutria para la recuperación definitiva de este mamífero en los ríos de nuestra Comunitat, donde estuvo seriamente amenazado.

La impresión es que a las grandes empresas solo les preocupan los beneficios y muy poco lo que sacrifiquen para alcanzarlos. ¿A qué se debe esta creciente metamorfosis?

Cada vez hay más empresarios que empiezan a involucrarse en el medio ambiente. Creo que es el mismo cambio que se está operando en la sociedad. Somos más conscientes de que hemos de hacer algo para mantener lo que tenemos, porque si no nos lo vamos a cargar.

Seguro que Celia Calabuig veía «Mundo Submarino» de Jacques Cousteau de pequeña.

(Risas) Sí, y Félix Rodríguez de la Fuente. El mundo submarino y también el terrestre. A mí me ha gustado siempre mucho todo lo relacionado con los animales.

¿Este tipo de giros que una realiza a nivel personal y empresarial hacen que se sienta más realizada?

Sí, y mucho mejor, y que el esfuerzo te recompense cada día.

Se la ve satisfecha.

Estoy a tope, sí, lo confieso. Este es un sitio en el que siempre hay cosas nuevas e interesantes y no solo del mundo animal. Ves una conexión tremenda entre cuidadores y animales, con la gente muy volcada. Eso se transmite y cala. Soy de la opinión, además, de que gestionando de una manera diferente no tienes por qué no tener beneficios. La empresa necesita ganar dinero para poder hacer lo que hace y de momento somos sostenibles. La cosa funciona (toca la madera de la mesa).

Y eso que Avanqua ha pagado un precio alto por quedarse con la explotación de l'Oceanogràfic.

Hemos abonado ya 22 millones de euros del canon a la Generalitat y hemos invertido 10 millones en arreglar las instalaciones y mejorar los hábitats: El cocodrilario, el mariposario, el acondicionamiento del pingüinario, la reforma del delfinario, y la construcción de una piscina médica para el parto de la beluga Yulka....

¿Ha valido la pena?

Sí. Uno de los proyectos más bonitos es el de las tortugas.

Tuvieron que quedarse también con el Ágora, que ahora pasará a albergar un Caixaforum.

Era un edificio que vino con la concesión, pero que no hemos podido utilizar nunca porque en estos dos años no se pudieron arreglar todas las deficiencias que detectamos en la auditoría. Así es que cuando se nos planteó desde la Generalitat Valenciana la posibilidad, lo devolvimos. Un Caixaforum puede ser buenísimo para València y la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Pienso que ya tenemos bastante y mucho trabajo que hacer con l'Oceanogràfic (son 110.000 metros cuadrados de superficie, 42 millones de metros cúbicos de agua salada, y más de 45.000 animales de 500 especies distintas).

Es curioso, este centro, a pesar de su entrada tan glamurosa, se ha puesto a trabajar y colaborar con los pescadores.

Son fundamentales los hombres del mar. A veces se encuentran tortugas en las redes, creen que están bien y tratan de devolverlas al agua. Los veterinarios y los biólogos descubrieron que sufren, igual que las personas, el síndrome de descompresión. Hay que tratarlas en cámaras hiperbáricas. Con esos trabajos de investigación se ha conseguido cambiar las leyes de pesca en Estados Unidos. También estamos trabajando en un programa de reproducción de anguilas único en el mundo porque están en peligro de extinción.

En septiembre de 2016 crearon la Fundación Oceanogràfic. ¿Qué persiguen?

El reto más importante es divulgar lo que hacemos y ser capaces de que la gente que viene se vaya con un cambio de mentalidad, de respeto a la naturaleza, de ser capaces de hacer un poquito por el medio ambiente. Que salgan con conciencia medioambiental en definitiva.

Y eso... ¿cómo se consigue?

Con toda la comunicación que tenemos en el parque. Los cuidadores, por ejemplo, llevan micrófonos para que puedan contar su labor, lo que les pasa a los animales, con pantallas explicativas, con los murales de Paco Roca... y más cosas que vamos a cambiar. Las Noches del Oceanogràfic, por ejemplo, está pensado para divertir y también concienciar.

Cuentan que en ese espectáculo hay una parte de denuncia por la contaminación que están sufriendo los océanos.

Los acuarios han de ser una pantalla para mostrar ese mensaje ecológico y conservacionista que preside la acción de la nueva empresa. Hay una interacción de las medusas y los humanos con un final esperanzador. Íbamos con reservas, pero es algo que está siendo muy bien recibido y aceptado por el público. Está pasando una media de 1.000 personas desde que empezó en julio.

¿Qué papel pueden jugar los grandes grupos empresariales en la concienciación ecológica?

Un papel clave. Tenemos un problema muy serio con los océanos que se están llenando de plásticos y que cuestan muchísimos años para degradarse. La campaña mundial es una iniciativa del comisario europeo Karmenu Vella, que ha intentando sumar a los acuarios para expandirla por todo el mundo (habla de la campaña #ourocean que promueve la Unión Europea con la ONU). En Mónaco fueron los primeros en secundar la iniciativa y ahora ya hay de todo el mundo.

Esperaba verla en la fotografía junto a Alberto de Mónaco...

(Risas) Estuve cerca de Alberto de Mónaco, pero no llegué... iba rodeado de guardaespaldas...

Con todo lo que nos cuentan últimamente sobre el nivel de contaminación en los océanos... es como para preocuparse.

Yo cambiaría la palabra preocupación por ocupación. Lo que se pretende es que los acuarios cuenten a los ciudadanos lo que está pasando. En el Pacífico hay una isla llena de plásticos, pero es que los microplásticos que acaban en la cadena alimentaria entran en los peces y de ellos pasan a nosotros. Es un problema más serio de lo que parece, pero no somos negativos. Solo hay que ser consciente de hay que parar y de que podemos parar.

Empresas como Aguas de València, que es la que aporta parte del capital, nacen con vocación de ganar dinero, pero la investigación es cara y a veces da la sensación de que no tiene un retorno al menos a medio plazo.

La investigación es cara, sí, pero depende de si sirve para algo y yo creo que sí. La apuesta que hicimos desde el principio y por eso los canadienses se subieron a bordo, es que esto no iba a ser un parque temático, iba a ser un centro de estudio y de divulgación, y por eso intentamos llevar a cabo este tipo de intervenciones.

Hace días anunciaron que Global Omnium desembarca en el Acuario de Sevilla.

Surgió la oportunidad de hacer allí la misma labor que aquí. A veces son cuestionados, pero este tipo de centros hacen una labor bárbara y no somos una cosa rara en el mundo, hay muchos que están trabajando en la misma dirección. Nosotros no sabíamos nada de este mundo pero en estos dos años hemos estado viajando a diferentes acuarios y viendo cómo hacen las cosas y van en esta línea.

La Fundación Oceanogràfic alertó también de los daños que provocan los excesos de la Nit de Sant Joan. No dejan pasar una oportunidad para concienciar.

Los grandes acontecimientos de ocio tienen su peligro. Cada uno, individualmente, somos más conscientes de no provocar daño, pero cuando vamos en masa y de juerga se nos olvida. Aunque al día siguiente entre gente a limpiar la playa el viento puede llevarse la basura a la orilla. Lo que para la mayoría es una noche de fiesta, para el mar es toda una vida de contaminación.

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