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Los desniveles

La falsa llanura de València que marcó su desarrollo

La existencia de zonas inundables dentro del recinto histórico marcó la expansión de la ciudad desde la época romana La parte más elevada albergó los edificios insignes y a las clases pudientes

La falsa llanura de València que marcó su desarrollo

La toponimia de una ciudad, los nombres de sus calles, son una valiosa fuente de información que aporta datos sobre el pasado o sobre una geografía a veces irreconocible por el desarrollo de la ciudad. El casco histórico de València está lleno de «devalladas» y «pujadas» que muchas veces suenan a broma en una ciudad que parece llana.

Joan Carles Membrado, codirector de la càtedra d'Estudis Territorials Valencians, ha combinado la investigación de tipo cualitativo, basada en el estudio de los topónimos de carácter orográfico, y un método cuantitativo que utiliza los datos Lidar sobre elevaciones obtenidos por sensores láser a bordo de aviones que detectan cualquier desnivel con una precisión de centímetros.

A partir de esos datos, Joan Carles Membrado ha trabajado en las dos direcciones: rebuscando en la toponimia actual o pasada de las calles cuando el Lidar desvelaba alguna anomalía y comprobando cómo el Lidar certificaba cuantitativamente la razón de algunos de los nombres que han llegado hasta nuestros días.

El estudio aporta nueva luz y herramientas para analizar el desarrollo urbano de València, fundada sobre una pequeña terraza fluvial algo más elevada que el resto para protegerse de las inundaciones del Tùria.

«El crecimiento de estas fundaciones romanas se hacía alrededor del núcleo original, si la orografía lo permitía, pero en València, el ensanche medieval tuvo que hacerse en parte sobre zonas inundables que los romanos habían evitado a propósito», explica.

«Este condicionante acabará generando una segregación urbana: las zonas más elevadas, a resguardo de las inundaciones, serán ocupadas por las clases más pudientes, mientras que las áreas inundables circundantes albergaron a las clases más desfavorecidas y las actividades insalubres», añade el geógrafo e investigador de la Universitat de València.

Los ejemplos están por todas partes en la Ciutat Vella. La parte más elevada, la fundación romana, ha sido el lugar preferido para albergar los edificios «insignes» de la ciudad desde la fundación romana: «su foro, la catedral, la mezquita y el alcázar islámico, la Seu, el Palau Episcopal, el de la Generalitat y el ayuntamiento en época cristiana medieval», señala Joan Carles Membrado.

Las «davallades»

A través de las «davallades», los primeros valencianos descendían hacia los paleocauces, vaguadas o hacia el propio río desde la ciudad romana o islámica mientras las vaguadas de Roteros, el Mercat y les Barques, visibles con el Lidar, marcaron el perímetro de la muralla árabe en el siglo XI. Desaparecidas del callejero- incluida la Bajada de San Francisco (actual plaza del Ayuntamiento)-, tan solo resiste la «Davallada de San Miquel», aunque el Lidar las detecta a todas, así como la «pujada» del Toledà, así vista, como subida y no como bajada, al tomar como referente la catedral.

Así, mientras menesterosos y artesanos, sobre todo los dedicados a lo que hoy llamaríamos actividades «molestas e insalubres» salían por las «davallades» hacia áreas inundables como la de Blanqueríes, donde se curtían y trataban las pieles, moros y judíos eran expulsados hacia estas zonas y los marginados se instalaban en los «bajos fondos- el autor se suma a quienes ven el rasgo físico que conserva el original francés bas-fonds (terreno bajo y pantanoso) -, a unos metros de distancia y unos centímetros de altura, los caballeros elegían para su residencia la calle que lleva su nombre, visible en el Lidar como un dique sobreelevado que conecta el «Tossal» o «cerro», en castellano, con la Valentia romana.

La Lonja y los Santos Juanes

Solo un espacio urbano en Valencia incumple estas reglas básicas marcadas por la topografía: el entorno de la Lonja, junto al área inundable de la Boatella donde pastaban los bueyes, alberga edificios nobles como la propia lonja, la iglesia de los Santos Juanes o el Mercado Central. Si se fijan, son los únicos edificios nobles con escalones para protegerse del Tùria. Cuestión de centímetros.

Muy cerca de allí, la plaza Redonda, edificada en la primera mitad del siglo XIX, fue llamada históricamente «el clot», un hoyo infame donde se arrojaba las vísceras de los peces y las reses sacrificadas en el vecino mercado. El Lidar, una tecnología de uso militar profusamente adaptada a la actividad civil y clave también para los aterrizajes en Marte, todavía ve la depresión que hoy ocupa la turística plaza.

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