El pasado 20 de septiembre se celebró en el hemiciclo municipal de València el debate anual sobre el «Estado de la Ciudad». Es un debate importante para todos los habitantes del «cap i casal», que probablemente no tuvo la repercusión mediática merecida, por coincidir con las graves tensiones ciudadanas que hubo ese día en Barcelona.

El alcalde, miembro de Compromís, Joan Ribó recalcó «que su apuesta es una ciudad cómoda, agradable, amable...» Son parámetros poco mensurables . La verdad es que más que un programa político parece un «spot» publicitario para atraer el turismo a nuestra ciudad. Para un ciudadano de a pie como yo, lo que observo en mis paseos urbanos es que nuestra ciudad tiene más carriles bici, está más sucia, y el tráfico urbano ha mejorado. Se refirió también a una «gran inversión en jardines y parques». Yo, la verdad sea dicha no he visto por ningún sitio esos nuevos jardines y parques.

Tal vez por lo anterior, la promesa más destacada que hizo es que la primera fase del Parque Central se abrirá a los vecinos antes de Fallas. En el año 2003- hace 14 años- se firmó un Convenio entre el Ayuntamiento de València, otras instituciones y RENFE para remodelar la red ferroviaria en el centro de la ciudad. Y, en el espacio liberado, hacer un pulmón verde de 240.000 metros cuadrados. Los sucesivos gobiernos de Rita Barberá en 12 años, seguramente obsesionados con los grandes fastos, tan efímeros como gravosos, le dedicaron poca atención a esta transformación urbanística, sin duda, la más trascendental que hoy está en marcha para el progreso de la ciudad.

Recalcó mucho Ribó la mejora de la situación de las finanzas municipales, en estado ruinoso después de la herencia del Gobierno del Partido Popular que, con sus despilfarros y presuntas corruptelas, dejaron las arcas municipales exhaustas. Podía haber sido más generoso y citar al socialista Concejal de Hacienda Ramón Vilar que, con su excelente labor al frente de esa complicada Concejalía, tiene buena parte del mérito de este éxito municipal.

Pero ese es el problema de los gobiernos de coalición municipales. Que en una institución en las que todos los concejales son delegados del alcalde, éste fácilmente puede atribuir a su partido y a él todo lo que de positivo hagan los demás partidos coaligados.

En mi opinión, estamos ante el principal reto del PSOE municipal: ser capaz, siendo un socio leal de Compromís, de marcar públicamente sus diferencias para que en las futuras elecciones el elector sepa distinguir las propuestas electorales de los dos partidos, que en el fondo son o deben ser sustanciales.

El papel principal en esta tarea la tiene la portavoz del Grupo y Primer Teniente de Alcalde Sandra Gómez, que desde principios de agosto de 2016 asumió ambas responsabilidades. Es de reconocer que en este aspecto los socialistas municipales no han hecho bien sus deberes.

Ocasiones han tenido como pudo ser una actitud más firme a favor de la concesión y la subsiguiente licencia municipal para la reconstrucción del hotel Sidi-Saler, a la que con razones poco sólidas se opone Ribó.

Con ello se crearían cerca de 200 empleos directos, más los indirectos.

El papel de la oposición

En cuanto a la oposición. Por el Partido Popular intervino Eusebio Monzó portavoz y único miembro de alta de los 10 de su grupo. Los otros 9 están suspendidos de militancia por su Partido al estar investigados por la Justicia dentro de la llamada «Operación Taula». Más allá de las dotes oratorias de Monzó o de la verdad de sus críticas a la gestión del gobierno, poca autoridad moral tiene quién habla en nombre un Grupo unipersonal, no por voluntad de los electores, sino de las trapacerías de sus 9 semi compañeros.

Finalmente, Ciudadanos. Este partido se mueve dentro la conocida paradoja de los puerco-espines con el Partido Popular. Si se acerca mucho le pincha, y si se aleja mucho tiene frío. No es sólo un problema de Ciudadanos en Valéncia, sino también a escala nacional. Si Rivera no marca un perfil propio y una línea política autónoma que no sueñe con ser el Macron español.