Todo edificio público es la expresión arquitectónica de un determinado momento histórico. Las Atarazanas del Grao son un testimonio del esplendor del siglo XV valenciano, basado en la actividad mercantil de una naciente burguesía que plasmó en piedra su opulencia y poder, legándonos bellos edificios que son parte de nuestra identidad colectiva.

«Atarazana» es voz de origen arábigo que, con el tiempo, ha llegado a significar astillero o lugar donde se construyen embarcaciones. Valencia tuvo una primitiva atarazana intramuros, aproximadamente donde está el Palacio de Justicia. Hubo otra, ubicada en el Grao, construida a petición del rey Pedro III. En la documentación oficial se la llama «la drassana del Senyor Rei».

Las Atarazanas que hoy contemplamos en el Grao fueron creadas por y para la ciudad de Valencia, siendo, por esa razón, impropio llamarlas Reales Atarazanas. Fueron propiedad municipal y así lo atestiguan los escudos de Valencia labrados en las gárgolas.

Todo comenzó en 1338 cuando el Ayuntamiento se plantea construir un edificio en el Grao para guardar los aparejos y efectos navales pertenecientes a la ciudad.

Las cinco naves existentes fueron en su día parte de un gran complejo levantado en la playa, circundado por un muro y compuesto por: balsas para la madera, un edificio para guardar remos, armería, herrería, archivo y, lo que en la documentación oficial es llamado «porche», en realidad una auténtica mansión cuyos bajos, con recios soportales de cantería, servían de almacén, mientras que la planta superior, con dos habitaciones y una gran sala bellamente decorada con tapices, con un techo muy semejante al de la Cambra Daurada de la Casa de la Ciudad, servía de alojamiento tanto a los funcionarios que venían al puerto como para albergar y agasajar a visitantes ilustres que llegaban por mar. Por allí pasaron Alfons el Magnànim en 1423; Fernando el Católico y su segunda esposa Germana de Foix en 1507; Francisco I de Francia, en calidad de prisionero del Emperador Carlos, en 1525 y Felipe II en 1586.

Las Atarazanas del Grao constituyen el mayor conjunto gótico civil de la ciudad de Valencia, con una superficie próxima a los 3500 metros cuadrados. Su construcción comenzó en el último tercio del siglo XIV, iniciándose en la nave norte y fue de una duración condicionada a las necesidades de la producción naval. En ellas se construyeron naves de medio porte (leños y otras) y de mayor tonelaje (naos y galeras).

La época dorada de las Atarazanas del Grao acabó a principios del siglo XVI. A partir de entonces y debido a la preferencia que el comercio con América dio a los puertos atlánticos, el uso de sus instalaciones varió mucho con el tiempo, siendo almacén de grano, arsenal, depósito general de mercancías y almacén de sal. Pasaron a manos de la Real Hacienda en 1802 como compensación por deudas municipales, vendiendo el Estado en 1840 las cinco naves a otros tantos particulares.

Muy desfiguradas por el uso que sus dueños dieron a esas naves - una de ellas fue incluso cine -, el Estado, un siglo después, repara en ellas y se emite un decreto en 1949 por el que se declara el conjunto Monumento Histórico Artístico, a pesar de lo cual no cambia su uso, sufriendo un progresivo deterioro por falta de inversión en su mantenimiento. Casi tres décadas después de esa declaración oficial, el Ayuntamiento de Valencia decide expropiar en 1978 tres de las cinco naves, recuperando para la ciudad las dos restantes en 1982. Se inicia su rehabilitación en 1991, inaugurándose, sin estar concluidos los trabajos, en noviembre de 1992 y abriéndose al público el 17 de febrero de 1994 con una exposición del artista valenciano Manuel Boix.

Actualmente las Atarazanas dan cabida, esporádicamente, a ciertos eventos sociales y culturales mientras se decide su posible destino como sede principal del Museu de la Mar.