Una ciudad moderna y cosmopolita, como pretende ser València, no puede entenderse sin abrirse al mundo y sin tratar de crear, mantener e impulsar lazos de unión con otras urbes y regiones del mundo. En esta línea se creó, a finales de los años 70,en pleno periodo de apertura y democratización, el programa de hermanamientos con otras ciudades del globo. Eran tiempos de cambios y de abrirse al mundo con todas sus consecuencias. Y en eso València no se quería quedar detrás. De este modo, surgieron los primeros hermanamientos empezando por el de Maguncia, en 1978, que se reforzará en diciembre con el viaje de la concejal Sandra Gómez.

En los años 80 se continuó con otros cuatro: la italiana Bolonia, en 1980; la venezolana, Valencia y la ucraniana Odessa, en 1982, y la mexicana, Veracruz, en 1984. Con algunas la conexión era evidente, incluso por el nombre. Con otras como Veracruz, había en común el importante puerto marítimo. Pero esta política de hermanamientos se frenó en los años 90, donde solo se firmó con la estadounidense, Sacramento (1990), y también con el cambio de siglo, cuando solo se hermanó con la china Guangzhou (2012).

Ahora, gracias a la creación de la unidad de Promoción Económica, Internacionalización y Turismo, al frente de la cual está la concejala Sandra Gómez, se está recuperando este programa dinamizador de las culturas y de los lazos económicos y políticos.

De este modo, el pasado mes de mayo otra ciudad china, Chengdu, capital de Sichuan, y considerada como la Silicon Valley de China, se convirtió en la octava en hermanarse con València. Pero la cosa no va a quedar ahí, ni mucho menos. Ya se está trabajando en la incorporación de la rumana Timisoara, que será, seguramente, la próxima. Pero también hay interés en otras. Aunque, hoy por hoy, el atractivo de València hace que sea ella la que reciba multitud de peticiones de hermanamiento de todo el mundo como las de Niza, Calabria o Cali.