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Patrimonio

Al rescate de la Escalera Real

El puerto estudia la restauración de la escalinata de piedra de La Marina, durante siglos la puerta de entrada y recepción de personajes ilustres- El georradar y las catas arqueológicas evidencian que la escala de 1850 se mantiene intacta debajo de los muelles

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El puerto rescata la escalera Real

Antes de que existieran trenes de alta velocidad y aeropuertos internacionales, la puerta de entrada más importante a las ciudades marítimas era su puerto. En el caso de València, la dársena y actual Marina Real Juan Carlos I fue durante siglos la puerta donde se recibía, con pompa y boato, a los personajes ilustres, entre ellos varios reyes y reinas como Isabel II, Alfonso XII o Francisco I de Francia, incluso la mítica emperatriz de Austria Sissí llegó (en su caso de incógnito y sin recepción oficial) por vía marítima a València en 1892, donde estuvo atracado varios días «El Miramar», el barco de la familia imperial austro-húngara.

La fachada marítima, además de enclave comercial, ha sido y es un espacio cargado de simbolismo e historia. Una memoria que todavía perdura en elementos como el Edificio del Reloj (1913), la primera estación marítima del puerto, de estilo ecléctico y afrancesado, construida al lado de la Escala Real, entonces «verdadero centro del puerto» y punto de recepción y embarque de viajeros. La Escala Real era una gran escalinata de piedra que fue construida en 1850, y que estaba presidida por dos grandes farolas de forja. Fue bautizada como «Escala Real» tras la visita que hizo Isabel II en 1858 a las obras de modernización del puerto de València, donde entonces la Estación del Grau, de estilo clasicista, era casi el único edificio notable del recinto comercial. La estación ferroviaria y la escalinata se engalanaron para la recepción oficial de Isabel II y su esposo Francisco.

La escalera sufrió a lo largo de su historia varias modificaciones, hasta que en los años 70-80 del pasado siglo XX se perdió como consecuencia de la construcción de una moderna estación marítima y el recrecimiento de los muelles, que también dio al traste con el Tinglado 3.

Aquella escalera permanece en el recuerdo de muchos valencianos y valencianas y ahora la Autoridad Portuaria de València, quiere recuperarla para la ciudad. Unas catas arqueológicas llevadas a cabo recientemente han revelado que la escalera no fue demolida, solo soterrada y que es recuperable.

Una investigación de la historiadora del arte Desiré Juliana, que se incluye en una publicación sobre los poblados marítimos realizada por la Cátedra Demetrio Ribes y de inminente publicación, analiza la evolución de la fachada marítima como puerta de entrada a la ciudad durante más de cuatro siglos, desde el XVI hasta el XX. La fachada marítima era un espacio de gran valor simbólico y la escalera por la cual los visitantes accedían era pieza clave. Esta escalinata, sin embargo, no siempre fue fija y, hasta 1850, se ubicó en distintos sitios. En sus orígenes era un elemento provisional, en cuyo montaje se utilizaban materiales efímeros. Se empezó construyendo de madera, a modo de pasarela, y fue incorporando los avances tecnológicos, como el hierro.

Para las recepciones, la escalera Real y su entorno se engalanaban con distintos elementos, como carpas de telas vistosas, arcos de flores, alfombras y balaustradas.

La escalinata del puerto quedó sepultada por la nueva estación marítima (ahora reconvertida en espacio para empresas de innovación) cuyas obras se acometieron entre 1975 y 1981. El puerto construyó entonces una nueva escalera, esta de hormigón, en un chaflán del muelle del Grao, si bien la que ha permanecido en la memoria colectiva no fue esta, sino la gran escalinata de piedra de 1850, que en origen tuvo la misma anchura que la avenida del Puerto, aunque con los años sufrió varias modificaciones.

La fachada marítima de València y su escalinata han quedado inmortalizadas en numerosas fotografías y lienzos, entre ellos quizás el Desembarco de Francisco I en la playa de València (1876), obra de Ignacio Pinazo que decora el Salón Dorado del Palau de la Generalitat, donde se recrea de forma idealizada el recibimiento que se hizo al monarca francés en la escalera del puerto.

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