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Mercado Central

Los últimos pollos de Fernando

Fernando Gimeno cierra la parada de Huevos y Aves Hijos de Severina Bau después de 63 años

Fernando Gimeno atiende a una clienta en el puesto del Mercado Central. arturo iranzo

Todo empezó con una bofetada. Fernando tenía 15 años y los jesuitas le suspendieron. A su padre no le gustaron las notas. "No volverás a pegarme, mañana me voy al puesto del mercado a trabajar con mamá", cuenta Fernando que le dijo a su progenitor y así empezó un periplo que dura ya 63 años y que está a punto de finalizar.

Corría el año 1955 y Severina Bau, su madre, vendía aves y huevos en una parada de dos por dos metros en el Mercat Central de València. El joven, el mayor de cuatro hermanos que habían nacido en la calle Ángel Guimerá, empezó matando pollos. "Traían el género de Benissa, de la Marina. El camión paraba en Arzobispo Mayoral, una travesía de Periodista Azzati, y teníamos un bajo en la calle Baldoví donde los sacrificaba. Como mucho diez o doce pollos por semana porque entonces eran un artículo de lujo. Lo que era barato entonces era el bacalao. Ahora es al revés".

Su padre compraba los animales y se los vendía a Severina, quien los exhibía en su puesto sobre un mostrador de mármol blanco que hacía esquina. "Él sacaba su jornal y aportaba a la casa a fin de mes y ella se ganaba el suyo, eran otros tiempos y les gustaba así". No había refrigeración. "En la calle Ercilla había una fábrica de hielo que estaba toda la noche abierta. Allí alquilábamos un local y almacenábamos el género".

Fernando recuerda con añoranza un tiempo en que el mercado bullía. "En la parada de enfrente, que vendía verduras, trabajaban dos hijos con sus dos mujeres y la madre, que era un sargento. Los sacos de cebollas se extendían por el suelo. Estaba siempre lleno y éramos como una gran familia. Apenas salíamos de la posguerra y la gente andaba muy achuchada. Mi madre fiaba a las señoras que tenían cuatro o cinco hijos y muchas veces liquidaban la deuda con una sortija. Pero no para ganar, no, nunca nos hicimos ricos. A mí mis padres no me dejaron nada, solo trabajo".

Con el tiempo Severina se hizo con el puesto del tío Pedro, una manera cariñosa de hablar de su vecino. La parada se duplicó hasta el tamaño actual y Fernando empezó a despachar. La salubridad se hizo más exigente. "Ya no nos permitían sacrificar los animales de modo que mi padre congregó a todos los hermanos y nos preguntó si queríamos montar un matadero, pero mis dos hermanos y mi hermana no tenían interés en seguir con el negocio".

Fernando Gimeno fue el único que siguió la tradición familiar, María Alufre, su abuela, ya vendía pollos en los bajos del Mercat Central. "Con 21 años me fui a la mili, me tocó Canarias. Estando allí murió mi madre. Cuando llegué llevaba ocho días enterrada. El tiempo de la mili, mi hermano pidió permiso en el banco para trabajar en el puesto". El letrero sobre el mostrador reza "Hijos de Severina Bau". Fernando interrumpe el discurso para atender a una cliente que le encarga un pavo para Navidad. "Es la mujer de Ricardo Pérez Casado, el que fue alcalde socialista de València".

Fernando recuerda con cariño a la alcaldesa Rita Barberá, a la que identifica con unas Navidades mucho más luminosas. "Pasé por la calle Colón y me dio pena, no hay luces. Un año me dieron un premio por los adornos de la parada, antes había competencia". También tuvo como cliente a Adolfo Rincón de Arellano.

A sus 78 años, Fernando ha decidido que ya es hora de jubilarse. Un restaurante próximo que le compra tres mil euros al mes y el comedor de un colegio al que sirve le han permitido aguantar hasta la fecha. "También funciona el servicio a domicilio pero ya no es lo que era. Con la peatonalización, la señora que vive en Juan Llorens ya no viene a comprar el pavo de Navidad, ni los de Russafa, ni de Meliana...".

"Se ven muchos turistas pero la inmensa mayoría son jóvenes que no gastan". Los que sí gastan son los matrimonios de profesionales que acuden al Mercat Central el sábado por la mañana. "Esos compran con ganas porque el género es muy bueno".

La parada de pollos ya se ha traspasado y se convertirá en una zumería. Fernando aguantará hasta enero porque tiene algunos compromisos, pero sabe que su esquina nunca será la misma.

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