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Las causas de la demolición

Adiós al Palacio de Ripalda, el gran legado de la condesa

A pesar de su desaparición, el edificio es todavía un icono

Derribo de la primera planta del palacio. Diario Jornada

La última de sus hijas y heredera del Condado de Ripalda, Dolores Agulló Paulín, al no tener descendencia directa, regaló a Antonia Dupuy de Lome Pons, hija de un primo hermano, el palacio Ripalda por su boda con el Conde de Berbedel y en manos de esta familia continuó hasta su derribo.

El palacio Ripalda, de la Alameda, del Llano del Real o del Molino, llamado de mil maneras, no era lo que aparentaba. La planta baja o zona noble estaba construida con esmero y buenos materiales, salones espectaculares y apariencia ampulosa. Pero el resto del palacio era de otra factura. Si le unimos los cambios acontecidos en cuanto a la llegada de electricidad, zonas habilitadas de aseo y comodidades del siglo xx, tenemos que el palacio necesitaba una buena rehabilitación interior que unida al permanente gasto de mantenimiento exterior lo hacían insostenible.

Concepción Gómez-Trenor Condesa de Berbedel y Baronesa de Short era viuda y la dueña del Palacio en el momento en que tuvo una oferta de compra muy apetitosa. Con las posibilidades encima de la mesa, gastar mucho dinero y conservar un palacio incómodo y nada funcional para cuya rehabilitación no podía contar con el apoyo municipal o venderlo y ganar dinero invirtiéndolo en nuevas viviendas modernas y cómodas, la decisión era clara. Imaginamos que no se barajó la opción de adecuarlo y reconvertirlo en algún organismo oficial o museo por parte municipal por la mala calidad de los materiales y el pésimo estado de la construcción.

Pese a que el ayuntamiento no apoyó la conservación del palacio, una tarde se presentó en él el alcalde Adolfo Rincón de Arellano y le dijo a Concepción que no le iba a poner problemas al derribo pero que quería tres cosas a cambio: las farolas, la escalinata principal y la rueda del molino de Borrull que se usaba de mesa en el jardín. A las farolas aún se les siguió la pista durante algunos años porque se colocaron en el parterre de la ciudad, de lo demás, nunca más se supo. Únicamente se conserva un trozo de la valla, el enorme ficus que linda con el Palacio de Monforte salvado en última instancia por el arquitecto Antonio Escario, una imagen de San José en una talla donada a la Iglesia de la Mare de Deu del Rosari de Fontanares y un cuadro que como homenaje a su padre el conde de Ripalda y por su pertenencia a la Real Academia de Bellas Artes (académico desde 1840 y presidente de 1850-1858) como anteriormente ya lo habían sido su abuelo materno (miembro consiliario) y su madre (académica de mérito en pintura).

Dolores Agulló donó al Museo Provincial de Bellas Artes de Valencia, verbalmente y para que estuviera expuesto, un óleo de San Juan Bautista, obra original del Greco y que sus herederos, una vez fallecida la condesa, cumplen sus deseos con la condición de que si por cualquier causa desapareciera esta corporación, la obra sería devuelta a los herederos legítimos de Dolores Agulló Paulín.

La demolición llevada a cabo en Septiembre de 1967 es un hecho, con soporte gráfico y testimonial. Quitando la parte baja del palacio que era de piedra, el resto era mampostería, desmontando así el bulo de que un americano se lo llevó a su tierra piedra a piedra. Hoy en día el edificio de La Pagoda, de los arquitectos Escario-Vidal y Vives y resuelta por la empresa cántabra Steel-Breton su dificultad estructural, se levanta en el lugar donde estuvo aquel emblemático palacio de cuento.

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