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Benicalap

Benicalap, un barrio a la espera del balón

El 25 de febrero se cumplirán 9 años desde que se pararon las obras en el Nou Mestalla - Los vecinos ya alertaron entonces de que era "un pelotazo urbanístico" y muchos comercios no han aguantado la espera

Los bares con motivos relacionados con el fútbol se abrieron con el inicio de las obras. eduardo ripoll

«Cervecería Racó futboler», «Bar Nuevo Estadio», «El menjar de l'afició» todos estos negocios, y algunos más, abrieron ya hace una más de una década cuando el Valencia CF anunció que iba a poner en marcha su nuevo estadio en un amplio solar del barrio de Benicalap que hoy es, tristemente, conocido, y que alberga una especie de esqueleto del que de momento, más que el «Nou Mestalla» es tan solo el «posible Nou Mestalla».

Pasear hoy por sus alrededores genera una sensación entre triste y melancólica. Pero es al hablar con los vecinos o con los comerciantes cuando uno se hace una idea de lo que supone tener esta obra mastodóntica a medio hacer frente a sus hogares o negocios.

De este modo, el presidente de la Asociación de Vecinos Benicalap-Entre Caminos, José Bellver, recuerda que ellos ya alertaron en su día de que eso era «un pelotazo urbanístico puro y duro».

Ahora, tantos años después, se mantienen firmes, aunque matizan que no tienen nada en contra del Valencia CF ni del valencianismo: «Es un tema tan delicado que si te opones te acusan de todo, pero nosotros lo que decimos es que no es un lugar adecuado para colocar un estadio de estas características», dice Bellver, quien incluso asegura tener un informe de dos expertos en su haber que avala esta opinión y que en su día presentaron al club blanquinegro, presidido entonces por Amadeo Salvo. Aunque, por otra parte, asumen que al final se acabará haciendo, ante lo que reclaman que se mantenga, e incluso se amplíe, el proyecto adyacente de construcción de un polideportivo.

Por su parte, los comerciantes de la zona siguen esperando que, al menos, las obras vuelvan a ponerse en marcha para que sus inversiones empiecen a ver la rentabilidad que tanto esperaban. Así, Serif Yula, dueño del kebab El Diván 2, asegura que cuando estaban los obreros vendían una caja de cervezas más cada día, así como una gran cantidad de comida, pues cabe recordar que había unas 500 personas trabajando, a veces incluso en turnos de noche, por lo que el movimiento en los alrededores era continuo.

A finales de 2017, una vez más, se volvió a hablar de retomar las negociaciones con el ayuntamiento, con los dueños de los terrenos y con todos los agentes implicados, pero Yula, como tantos otros, ya no se fía: «Cada vez que han dicho que iban a volver las obras contratábamos a gente para estar preparados, pero ahora no pienso mover un dedo hasta que no vea ahí a los obreros», asegura.

Ellos, al menos, mantienen sus puertas abiertas, de momento, pero hay otros negocios, como uno ubicado enfrente de su local, en el que «se invirtieron más de 200.000 euros -indica- para nada». «Son muchos los futuros y las ilusiones que se han roto aquí y esperamos que no siga pasando», lamenta Yula al tiempo que se levanta para atender a un cliente. Él, al menos, los sigue teniendo.

A su alrededor ha visto como varios negocios han cambiado hasta cuatro o cinco veces de nombre o de alquiler, como pasó con el suyo propio. Ahora, tantos años después, no puede evitar pensar que «se ha jugado con las ilusiones de la gente» de este barrio de trabajadores donde «tantas veces nos sentimos olvidados».

Palabras similares a las de un Bellver que pide «seriedad» y también que, «al menos, nos pregunten cuando quieran hacer cosas en nuestro barrio. Pues nosotros somos los que vivimos aquí».

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