Acto
El desconocido palacio de los condes de Ripalda
Alfafar acoge una conferencia y exposición sobre los reportajes de Verum Valentia en Levante-EMV sobre la vida de la aristócrata valenciana

Palacio de Alfafar, visto desde el camino de la estacion. / Imagen del libro «Alfafar, les imatges del record».
m. m. c. | valència
La vida de Josefa Inés Paulin de la Peña, condesa de Ripalda, llega hoy a Alfafar. «En esta localidad de l´Horta vivió grandes momentos de su vida en una Quinta, que había sido propiedad de Gaspar Cebrián, Alcalde Mayor de Valencia desde 1735 a 1737, y que constaba de una gran alquería con una zona importante de huerta y arbolado situada entre el Bras d´Alfafar y la Acequia de La Fil», recuerdan desde el equipo Verum Valentia.
La condesa de Ripalda vivió allí con su primer marido, el conde de Romree, y más tarde con su segundo esposo, el Conde de Ripalda. «Pese a ser muy conocido el huerto del conde, se sabe muy poco de su historia anterior a la llegada de Carlos Romree Paulin, pero nosotros lo vamos a contar», apuntaba ayer Pilar Martínez Olmos, que ofrecerá en el salón de actos del Ayuntamiento de Alfafar (miércoles 11 abril, 19 horas) una conferencia con Paco Gascó Ferrer y José Francisco Català Vila, cronista oficial de la Villa de Alfafar.
Verum Valentia siguió los pasos de la aristócrata valenciana hasta París, en una serie de reportajes que publicó Levante-EMV hace unos meses. Las vicisitudes de Josefa Inés Paulín de la Peña quedaron expuestas en una completa muestra en el Casino de Agricultura, que reunió a lo más granado de la nobleza valenciana, y que ahora se traslada al consistorio de l´Horta.
«El palacio de Alfafar - ya desaparecido-, se convirtió en solaz de famosos de la mano de Edgar Neville, conde de Berlanga y heredero del mismo. Es esta etapa la que más se conoce en Alfafar coincidiendo con su declive, perdida y derribo», recuerdan Martínez Olmos y Gascó Ferrer.
«La Quinta, con escaleras de marmol, obras de arte y jardines con gran variedad de plantas y árboles, era la casa de recreo de los condes, tan solo a cinco kilómetros de Valencia», según Verum Valentia. «Era el espacio ideal para el descanso del ajetreo de la Corte y además esos escasos kilómetros quedaron reducidos el 24 de octubre de 1852, al inaugurarse un apeadero de la nueva línea de ferrocarriles entre Valencia y Játiva en Alfafar. En una hábil gestión el conde Romree consiguió un apeadero, a tan solo unos metros de su casa, a cambio de la expropiación de parte de sus propiedades», tal como explican.
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