Para los valencianos veteranos, la Audiencia Territorial -Palacio de Justicia- ha estado siempre en un enorme edificio en la Glorieta, con fachadas laterales al Parterre y a las calles de Colón y Cerdán de Tallada. Y no sólo para los veteranos actuales, sino que para nuestros padres y abuelos aquel inmueble siempre fue destinado a la administración de Justicia. Cierto que anteriormente, mucho antes, estuvo dedicado a Aduana; pero es historia muy antigua. Sin embargo, en las décadas de los cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta y ochenta, siempre que tuvimos algún trámite en los tribunales -y muy concretamente, en materia informativa- era allí donde aducíamos. En el Palacio de Justicia, además de la Audiencia Territorial, con su Presidencia, sus salas -cinco en total-, estaban también todos los juzgados. Allí tenían sus dependencias de juzgados de primera instancia e instrucción, los penales y los municipales; solamente estaban en edificios diferentes los juzgados del trabajo, con la correspondiente Magistratura... Incluso hubo, hasta prácticamente el año 1.960, una sala con el rótulo: «Juzgado Especial de Vagos y Maleantes», en referencia a la ley del mismo nombre aprobada a mediados de la II República.

En aquel espléndido edificio -ahí está, para comprobarlo- había suficiente espacio para todas esas actividades cotidianas, y hasta el Colegio de Abogados tenía allí sus dependencias, con oficinas y hasta un salón de sesiones. Pero, de pronto, hace unos años se buscó unos espacios mayores, que tal vez sean más que suficientes, aunque con menor facilidad para los ciudadanos, pues no es lo mismo que ir a la Glorieta, en el centro urbano, que desplazarse casi hasta casi el Saler en la nueva Ciudad de la Justicia.

Cierto que algunas dependencias del veterano «Palacio de Justicia» se fueron separando paulatinamente, y algunos juzgados tuvieron su sede en una esquina al otro lado de la Glorieta o a otras calles de la Ciudad. Lo mismo que el Ilustre Colegio de Abogados, que levantó un enorme y modernísimo edificio en la misma acera de Capitanía General y que tiene salas de sobras para sus actividades. Lástima que el nuevo y lujoso inmueble esté separado de la Ciudad de la Justicia. ¡Con lo cómodo que era pasar de unas dependencias a otras! ¡Ah! Y no hay que olvidar que, durante un tiempo, ese nuevo «Colegio» tenía unas escaleras donde, si se ponía la mano en la barandilla, nos alcanzaba la corriente eléctrica. La Ciudad de la Justicia se trasladó a una amplia avenida, frente a los modernos espacios de expansión. Pero, al estar alejada del centro, es necesario siempre acudir en autobús o en el coche propio, con las correspondientes dificultades. Y, para colmo, hay que aprovechar los aparcamientos de establecimientos próximos, porque las aceras están limitadas y siempre ocupadas «a tope». Y últimamente se ha dado a conocer dificultades, problemas de asistencia y de atención. ¡Ay, si estuvieran ahora el abuelo Francisco Monterde, o Carmelo Quintana, o Carlos Climent, o Juan Luis de la Rúa, o tantos que desarrollaron su actividad judicial en el veterano palacio de la Glorieta!