Paraguas a centenares. Pero no caía una gota de agua, sino un sol de justicia. El que tuvieron que sufrir los miles de asistentes al Besamanos a la Virgen de los Desamparados en el turno matinal y que coincidía en su horario de más brutalidad con el momento en que acudía el grupo de edad más vulnerable: el de las personas mayores. Mientras, el toldo continuaba replegado, en el tejado de la Basílica. Es la gran contradicción de un acto creado como devoción llevada a su último extremo, pero que se ha convertido en una prueba de resistencia y una penitencia innecesaria. Era de lo que se quejaba el presidente de los Seguidores de la Virgen, José Luis Albiach, que reconocía no entender «por qué no se toma ya una decisión. Hemos consultado en el ayuntamiento y lo que nos dijo el concejal Pere Fuset es que es una cuestión técnica. Pero con eso nos quedamos no ya nosotros, sino todas estas personas». Los juzgados ya han dicho que los propietarios de la finca que hay enfrente del templo no tienen razón en sus reclamaciones y que deben ceder su fachada para los anclajes. Pero la lona continúa sin extenderse a falta de que los técnicos de turno firmen el visto bueno. Pasó la festividad de la Virgen, pasó ayer el Besamanos y pasará el Corpus mientras la temperatura sigue ascendiendo de forma inexorable. Más suerte tuvieron los que acudieron por la tarde, que fue mucho más templada, casi fresquita en algún momento.

Hay más. La espera viene a ser de más de dos horas desde que el devoto se pone en la cola hasta que disfruta de cinco segundos de mirada y beso ante la patrona. Vista la cantidad de atenciones sanitarias registradas en los años anteriores «hicimos una gestión para ofrecer agua». Se llegó a un acuerdo con una conocida empresa suministradora «no para dar botellines, sino dispensadores y vasos. Pero nos encontramos con la negativa de los bares de alrededor. Nos dijeron que eso les iba a quitar clientela y no quisimos tener problemas». Los Seguidores no tienen que pasar tantas horas al sol, pero sí que acuden con traje completo y corbata, en lo que es su particular infierno. En un acto que es totalmente diferente al resto de celebraciones marianas. Este es el más profundo. Porque la Ofrenda y el Traslado son emotivos también, sin duda, pero no tienen el componente de drama que hay en éste. Pasar más de dos horas de pie, en muchos casos bajo ese sol tórrido, responde sí o sí, en muchos casos, a abrazarse a la esperanza o la promesa. Casi el último recurso. Por eso, los feligreses llegan con historias de enfermedades, deseos de recuperación o agradecimientos por lograrlo.

El acto se desbordó desde el primer año. Y eso que se viven tiempos de crisis de fe. Quemada la novedad, el número de asistentes bajó pero, como decía Albiach, «ahora estamos en unas cifras estabilizadas. Hacemos conteos de cuanta gente cada cinco minutos y cuanto dura el acto. Y siempre nos estamos moviendo entre 22 y 26.000 personas». Los comportamientos son tozudos. No engañan. «A las siete menos cuarto abrimos las puertas y ya hay media plaza llena. Como en los últimos años». Se solucionó la cola creando un pasillo de vallas en zigzag. Pero las visitas serían hasta la madrugada. ¿Cómo aliviarlo? «Hemos pensado en todo, de verdad, pero cada idea tiene sus inconvenientes. Por ejemplo. Pensamos en poner dos colas. Unos por delante y otros por detrás: para tocar el manto o besar la mano. Imposible: todos quieren verla de frente. ¿Poner dos imágenes? Eso no es serio». Tanto, que incluso la imagen original desaparece de la vista de la Basílica. Permanece tapada y girada hacia el interior.

La tarde, más templada

Desde que Marisa Rosa pasó por delante de la imagen, al alba, tras aguardar la cola desde las siete y media de la tarde de ayer, el reguero de fieles fue constante y persistente. Tan sólo se interrumpe el tránsito cuando se da entrada a los que tienen prioridad: las personas que van con niños muy pequeños y los ancianos impedidos. Cada devoto tiene su propio ritual. En apenas unos segundos se hace de todo: pasar por el manto estampas y fotografías (algunos llevan verdaderos álbumes); restregar medallas, besar la cabeza de uno de los santos inocentes, besar una medalla; por supuesto, besar la mano de la Virgen, mirar su cara, santiguarse, hacer una genuflexión. Y llorar. Mucha gente termina su momento de comunicación en un baño de lágrimas.

El Besamanos tiene su particular calendario. A primera hora de la mañana hay gente de todas las edades: desde los que madrugan y hacen la visita antes de marchar al trabajo a personas mayores. Las más devotas. Como Marisa Rosa o Rosa Ferris, las dos primeras de la cola. A mediodía, las horas más intempestivas, son las personas mayores. Las que más sufren. Conforme avanza la tarde, la edad media del devoto baja tanto como la temperatura: se sale del trabajo o se cierra el comercio y se incorpora a la cola. Con el toldo de la noche ya extendido, un público más joven completo la jornada. Hoy se completa la pleitesía con la ronda de las runas.