Cuando el Corpus regrese a las calles de València, la ciudad se moverá a un tono diferente. Es la primera de las grandes fiestas que tendrán lugar con las elecciones municipales ya celebradas y con buena parte del reparto de poder, seguramente, ya asignado.

Finalizaba ya oscureciendo la edición de 2018, caracterizada por la suerte. Pudo ser mucho peor, pero los actos principales esquivaron las inclemencias. Hubo lluvia en la madrugada, pero dio tiempo incluso a entregar los premios de balcones engalanados.

Y en la Procesión también hubo lluvia, pero esta la esperada: la de pétalos para honrar al Sacramento. El próximo año se celebra en vísperas de San Juan, con el sayo más que guardado (el 40 de mayo habrá pasado casi dos semanas antes) y, como queda dicho, con un orden ciudadano que puede ser el mismo, parecido o diferente.

El Corpus de 2018, llevadero, pues, meteorológicamente y masivo institucionalmente, salió a unas calles abarrotadas para celebrar su acto magno: la Procesión.

Un desfile largo, seguramente mejorable -pero el Cabildo no es muy partidario de cambiar las cosas-, en el que el protagonismo que, en otros eventos, tienen las comisiones de falla, en esta ocasión pasa a los niños y niñas de Primera Comunión y las parroquias, que desfilan como si no hubiera un mañana.

Pocos estandartes para identificar cual es cada una, pero lo mismo sucede con los personajes bíblicos, los que mueve Amics del Corpus. Si no te ha llegado uno de los programas de mano que incluyen un «quién es quién», tienes que jugar a intuirlo.

Es, sin embargo, un ejercicio de reconocer amigos, puesto que gran parte de los que toman parte son conocidos por protagonizar la primera línea de las Fallas. Para el foráneo, toda una sorpresa, desde los «cirialots» (en los que este año se estrenó el edil popular Eusebio Monzó) a esos personajes que parecen sacados de alguna película. Después llegan los caballeros de frac y charretera, todo tipo de órdenes civiles, militares o las dos cosas, que se resisten a desaparecer y aportan la nota añeja.

Pero la grandeza del Corpus valenciano, injustamente ignorado más allá de sus murallas, es su riqueza de contenidos. No cabía un alma en las calles al paso del recorrido, en el que la «senyera» se llevó los mayores aplausos junto con la Custodia, la más grande que concibieron mentes humanas (la mayor del mundo según Jaime Sancho). Detrás, marcando diferencias, la edil socialista Sandra Gómez y otros miembros de su partido, junto con el PP y C´s casi al completo.

València es ciudad de fiestas y estas no van a parar. El próximo fin de semana llegan las de Sant Bult (la más antigua de la ciudad) y la de los Niños de la Calle San Vicente. A continuación, ya a mediados de mes, vendrán los dos fines de semana dedicados a que las entidades festivas (un 99 por ciento comisiones de fala) organicen sus fiestas de San Juan, a las que se sumará el acto de la playa. Para, casi sin tiempo para detenerse, llegar la Gran Fira, que tendrá su acto inaugural el 30, prolongándose ya todo el mes de julio.

Juan Gómez, un San Pedro de 92 años

Si hay un personaje de la procesión que es especialmente querido, ese es Juan Gómez. Es el más veterano en participaciones (hace tres años ya alcanzó la cifra de sesenta) y ayer volvió a representar a San Pedro, llaves de cielo en ristre, con 92 años de edad. Es el decano de los corpusianos y a lo largo de su vida es el testigo directo de cómo ha ido cambiando, a mejor, la «festa».