Las fallas continúan su periplo mundial y en este caso han viajado hasta la ciudad alemana de Mainz. Y este no es un destino cualquiera, pues en diciembre se cumplen 40 años del hermanamiento entre ambas ciudades.

Para conmemorarlo son varios los actos programados este año y uno de ellos era llevar una falla a Mainz, obra del artista Ximo Esteve, coincidiendo con el festival Johannisnacht, uno de los más importantes de esta villa que, como València, cuenta con una gran cantidad de festividades a lo largo del año.

Ayer, los asistentes, que durante los días previos no han parado de hacerle fotos a la falla, situada en una embarcación sobre el rio Rin, pudieron disfrutar anoche de una cremà en vivo acompañada de fuegos artificiales.

Desde la orilla, la fallera mayor de València, Rocío Gil, volvía a emocionarse recordando cuando hace unos meses veía arder la falla de Okuda. Muchas han sido las emociones y recuerdos de su reinado y la visita a Mainz le dejó más. Porque los ciudadanos de esta ciudad, muchos de los cuales aseguraban conocer las Fallas, no dejaban de seguirla con la mirada mientras paseaba por las calles y por el festival con un espectacular vestido en tonos rojos (su traje de fallera mayor de la Merced en 2017).

Algunos se paraban a preguntar, otros tomaban fotos desde la distancia y los había que le pedían, directamente, que posara con ellos. También había valencianos y españoles encantados con la falla y con esta visita tan particular.

También vivieron con emoción la cremà la primera teniente de alcalde, Sandra Gómez, así como el concejal de Cultura Festiva, Pere Fuset, y varios miembros de la Fundación Turismo València. Ya durante la tarde, los asistentes al festival pudieron disfrutar de una degustación de paella, ortodoxa cien por cien, de Velarte, y cuya recaudación irá destinada a una entidad alemana que promueve la investigación contra el cáncer infantil.

La falla, además, estaba cargada de simbolismo, con elementos muy identitarios de València, como las torres de Serranos, desde donde se lleva a cabo la crida, los músicos, una barraca valenciana, las naranjas y el arroz, así como los falleros y las falleras o los pirotécnicos. Tópicos, si se quiere, necesarios para mostrar las señas de identidad sin equívocos.

La delegación valenciana aprovechó la visita para reunirse con autoridades de la ciudad como la recepción oficial en el Ayuntamiento, donde el alcalde de Mainz entregó a València un corazón solidario que representa «el cariño entre ambos pueblos» pues «hay que tender más puentes y levantar menos muros».

València le hizo entrega del ninot de Gutemberg, precisamente, el personaje histórico que propició el hermanamiento entre ambas ciudades. No en vano fue en València donde se imprimió la primera obra literaria. Un ninot que ahora permanecerá en el Museo Gutemberg, lugar de obligada visita en la ciudad.

En su discurso, la concejala Sandra Gómez destacó la importancia de «poner en valor» este tipo de hermanamientos, destacó las bondades de València como una ciudad «acogedora» y «muy cómoda» para vivir, así como la evolución del mercado turístico alemán que es el que más esta creciendo en este 2018.

Finalmente, les animó a visitar la ciudad, especialmente durante las Fallas, o en noviembre de este año cuando Mainz devolverá la visita e instalará una réplica de su tradicional mercado navideño en el centro de la capital del Túria.

El alcalde la quería entera

La falla ardió ayer, muy a pesar del alcalde de Mainz, que se la habría quedado entera, pero que entendía que el fuego formaba parte de la fiesta y de una purificación que, como indicaba Gómez «simboliza que lo viejo muere y nace un tiempo nuevo». Ahora, estas ciudades hermanas están, si cabe, un poco más cerca.