Por tercer año, la ciudad de València no tendrá festejos taurinos en la calle después de que la mayoría de gobierno votara en contra aún con la ausencia del edil Ramón Vilar (y, en el otro lado, la de Manuel Camarasa, aunque el grupo Ciudadanos se abstuvo en la moción). El debate se convirtió en la habitual e irreconciliable divergencia entre taurinos y antitaurinos. Tanto en la bancada con en la grada, donde intervinieron colectivos de una y otra tendencia. Por un lado, la defensa de la tradición, el ejemplo de otros deportes o actividades no prohibidos (hípica, galgos...) y, por otra, el sufrimiento de los animales.

Con todo, el concejal popular Cristóbal Grau incidió especialmente en el hecho de que «existe una normativa sobre "bous al carrer» aprobada por la Generalitat que este ayuntamiento, por su cuenta, se salta completamente. A un lado del barranco del Carraixet hay poblaciones, incluyendo con alcaldes de Compromís, que sí que celebran toros. Al otro lado, aquí, no». El debate incluso derivó a la autonomía de los «pobles», desde donde surgen las voces críticas con la prohibición.

Hubo expresiones e ideas como que estos espectáculos son «bullyng para los animales», «en Navarra y en Cataluña, la gente de Bildu y de ERC dice que el toro no se toca», «la sociedad se está adaptando a otras formas de ocio», «un gobernante no puede ser un analfabeto científico», «no se puede considerar como tradición algo que lleva 30 años y aún así, una tradición no puede justificar el maltrato». Al final, los taurinos tendrán que acudir a poblaciones cercanas.