La vida y la obra de las candidatas permite conocer también cosas que suceden en la ciudad. Por ejemplo, que los salones Aqualandia, los que hay en la carretera del Saler, ya no existen con ese nombre. «Ahora es Masía Santarrita y lo llevan mis padres. Yo me encargo de todo lo que sea necesario», a la vez que estudia ADE y se prepara para lo que pueda suceder durante el mes de septiembre, tras haber superado la preselección de Russafa A.

La vida y la obra de las candidatas permite conocer también cosas que suceden en la fiesta. Por ejemplo, que su falla, Pintor Salvador Abril-Pedro III el Grande, es especialista en plantar «al tombe», «pero este año, como eran unas Torres de Serranos, los hombres levantaron una y las mujeres la otra. ¿Quien lo hizo mejor? Nosotras, por supuesto».

Amparo Rodrigo llega a la final de la mano de su hermana. «Es de esa falla y vive en Russafa. De los tres a los nueve años yo fui de la calle de la Reina, pero ahora llevo diez años en ésta». Y sigue la constante, sorprendentemente repetida este año, de no haber pasado por el trono infantil. «Para cuando era la edad mi abuela ya no estaba y no tenía ganas. No era la misma ilusión. Acabé cambiando de falla y me han quedado esas ganas de serlo». Que en mayores se hizo de rogar. «Me presenté hace tres años». No salió, al siguiente «cedí el puesto y en éste ya me tocaba. Valió la pena esperar».

La familia paterna la lleva hasta Alfafar y Sedaví, y con ese apellido, Rodrigo, recuerda un comercio emblemático de allí. «Hermanos Rodrigo, la empresa de muebles, era de mi padre». Inconfundible y emblemático en aquellos tiempos donde el mueble era triángulo de esas dos villas y Benetússer.

Durante el mes de agosto le espera su otra pasión: «bucear y hacer apnea. Tengo el título de patrón de embarcación de recreo y el de buceo. Ahora quiero sacarme el de apnea. Me encanta bucear». Tanto, que «aguanto mucho la respiración y bajar, he llegado a bajar 14 metros. Que luego hay que subirlos». Simplemente, intenten bajar los tres metros de su piscina más cercana y verán como pitan los oídos. En julio no le pitaron: escuchó música celestial. La «falla de Pere», que ha estado recientemente en otras finales, persigue con ella un puesto en la corte que se le resiste desde hace 30 años.