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Entrevista

Fidel Ernesto Narváez: "Buscaremos el apoyo de València contra la represión de Daniel Ortega"

Narváez reclama un cambio constitucional y social en su país: «No basta con echar a Ortega porque el sistema está caduco. Nos enfrentamos a una mafia»

Fidel Ernesto Narváez: "Buscaremos el apoyo de València contra la represión de Daniel Ortega"

La violencia y la represión del gobierno de Daniel Ortega lo pilló, el 18 de abril, en la primera línea de las protestas. Desde entonces, Fidel Ernesto Narváez, así como tantos otros nicaragüenses, reclaman un cambio que va más allá de la salida del presidente actual, Daniel Ortega, al que tachan de «dictador, represor y asesino». Ellos, siguiendo la tendencia de un país que ya marcó la línea para tantos otros movimientos revolucionarios en 1979, cuando se inició un sandinismo que ahora ven «caduco». Tras visitar varios países ahora la caravana recala en València.

P ¿Qué objetivos busca la caravana Internacional Solidaria con Nicaragua?

R Hemos recorrido ya varios países de Europa y en su origen surgió para informar la mundo de lo que estaba pasando en Nicaragua. Pero ahora tenemos un objetivo más estratégico, buscando apoyos e incidencia en diferentes niveles. También deseamos reunir a la migración nicaragüense para que haya una solidaridad directa con las personas más necesitadas de este conflicto como son las víctimas, los presos políticos o los refugiados.

P ¿Qué respuesta han tenido de los diferentes gobiernos?

R De momento, la respuesta ha sido bastante buena. Sobre todo de países que tienen una relación directa con Nicaragua a través de la cooperación Internacional como Holanda o Luxemburgo que ya han congelado fondos. Es importante porque ahora el gobierno nicaragüense no rinde cuentas y está en una economía de guerra donde gran parte de los recursos son para la represión y para pagar a paramilitares.

P ¿Y la respuesta en España y en València?

R En España todo esto coincidió, prácticamente, con el cambio de gobierno. Hubo reuniones con miembros del saliente y ahora hay previstas otras con los del entrante. Sí ha habido declaraciones de ayuntamientos como los de Santiago, Madrid o Barcelona y ahora en septiembre buscaremos el apoyo contra la represión de Ortega de otro gobierno progresista como es el de València. Esperamos que sea satisfactoria.

P Vivió de cerca las protestas iniciales y la represión del gobierno. ¿En algún momento pensaron que la respuesta podía ser tan violenta?

R Realmente, las protesta empezaron antes, tras el incendio de la segunda reserva de la biosfera más grande de Nicaragua. Ahí, literalmente, se prendió una llama y se fue calentando el ambiente político hasta llegar al día 18 de abril. Estábamos en la Universidad Centroamericana. Todo empezó con una manifestación estudiantil pacífica contra la bajada de las pensiones y el aumento de las contribuciones a la Seguridad Social, pero el gobierno quería apagarla como fuera y no dudó en utilizar a los paramilitares. Estábamos ante el portón de la universidad y pronto nos dimos cuenta de que la violencia iba a ser descomunal contra nosotros. Como así fue.

P ¿La reacción actual del gobierno cómo es?

R Se ha entrado en una nueva fase de represión. Más selectiva hacia jóvenes y personas que tengan un discurso, una narrativa diferente sobre la forma de construir el país. Se incrementan las torturas, desapariciones y enjuiciamientos. Hay miles de refugiados ya en Costa Rica y en otros lugares. Y hay un peligro de que se desestabilice una región como centroamérica, ya de por sí bastante inestable.

P Usted está entre esas personas que tuvo que abandonar el país. ¿Puede volver?

R No, no puedo volver, y mi familia más cercana tampoco está allí. Tuvimos que salir por las montañas, por miedo a no poder hacerlo de otro modo. No obstante, como decía, ellos saben que necesitan sacar del país a las personas que puedan representar una alternativa no solo al gobierno, sino al sistema. Aquellas que desean un nuevo proceso constituyente. Pues saben que esto es el primer paso de ruptura porque supone darle la voz al pueblo.

P Ustedes son gente de izquierdas que se opone a un gobierno que también se califica como tal. ¿Qué aliados y qué enemigos están encontrando?

R Esa es una de las grandes dificultades que estamos encontrando y tal vez el motivo de por qué no ha caído todavía Ortega a pesar de todas las muertes. Nosotros esperábamos el apoyo de los gobiernos progresistas. Pero nos encontramos con la doble moral de que no quieren apoyarnos porque «sino viene la derecha». Todavía viven bajo las premisas de la guerra fría y no se dan cuenta de que estamos luchando contra algo mucho más profundo. Por otra parte, es complicado también llegar a ver los resortes sobre los que se mueve el estado. No basta con echar a Ortega porque el sistema está caduco. Nos enfrentamos a una mafia, a un crimen organizado y también a intereses de las transnacionales.

P El gobierno de Ortega ya está aceptando cifras de muertos. ¿En un mundo con Internet y redes sociales, es más complicado ocultar la información?

R Antes del 18 de abril sí había una gran desinformación. Pero luego la gente tomó conciencia de que las redes sociales y sus móviles eran la mejor forma de comunicar. Y el gobierno también se da cuenta de que no va a poder mantener un sistema de opresión dictatorial en una sociedad que ha pasado de ser sumisa a ser consciente de su poder de informar, de denunciar desapariciones, de hacer boicot y comunicar al mundo desde sus móviles. Ortega sabe que ya ha perdido el respeto del pueblo, al que ha masacrado y que ya no le va a votar. Eso es lo que tenemos que aprovechar, no para poner nuestros cuerpos y que haya más muertos. Sino para ser ingeniosos y crear una especie de ciencia de la resistencia. Así como en 1979 la revolución sandinista representó una esperanza. Ahora podemos ser una para otros países en situaciones similares.

P ¿Qué otras victorias siente que han logrado?

R En tres meses se han conseguido logros como ese de la comunicación, pero también de pérdida de miedo, de anhelo de la población de vivir en otro sistema. De la conciencia de que el actual está agotado, de pensar alternativas y dar voz a otros actores políticos que estaban silenciados como los jóvenes, los profesores, los mercaderes o campesinos. El gobierno lo quiere silenciar, pero saben que están acorralados éticamente y que han perdido la legitimidad del pueblo.

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