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Quema controlada

El Consell pacta con los arroceros la alternancia anual para la quema de la paja del arroz

El acuerdo divide la zona productora en dos áreas, una que comprende Sueca y Cullera y la otra, el resto de la Ribera Baixa y el entorno de València - Se pretende eliminar todo el rastrojo en un mes

Un agricultor prende fuego a la paja del arroz, en una imagen de archivo. vicent m. pastor

El conflicto desatado entre arroceros y la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente por la quema de la paja del arroz parece que puede cerrarse en una solución intermedia entre la intención de unos y las demandas de otros. Un síntoma que ha sofocado la controversia y aclarará la atmósfera. El acuerdo alcanzado entre ambas partes contempla la división de la zona productora en dos sectores. El primero comprende la mayoría del término municipal de Sueca y Cullera, mientras que el segundo lo conforma Sollana, Albalat, Massanassa, Alfafar, Sedaví, Silla, Catarroja y València, entre otros. El objetivo es seguir las indicaciones de un estricto calendario secuencial para minimizar el impacto en el entorno de la capital, por lo que cada año las llamas invadirán una zona.

Seguirá planteándose el darle al sobrante una salida como recurso y no como residuo, aunque la combustión continuará estando presente. «Han sido meses de duras negociaciones con el secretario autonómico Fran Quesada. Nos ha demostrado que es una persona con la que se puede dialogar y nos ha escuchado. Su antecesor actuaba de manera autoritaria. Era un iluminado. La prueba está en que sus decisiones terminaron siendo un desastre. Creo que esta vez, todo saldrá bien. El mapa arrocero se ha diversificado en dos puntos y este 2018, la parte derecha del Xúquer se quemará toda a excepción de unas 2.000 hanegadas. La idea es que el proceso no se alargue hasta diciembre, sino que en un mes quede todo liquidado», explicó el presidente de la Comunidad de Regantes de Sueca, Pepe Fortea.

La alternancia anual no ha sido la única medida pactada. El Consell ha suprimido las condiciones restrictivas aplicadas la pasada campaña y ha pactado con los agricultores que podrán incendiar el material vegetal en días de poniente e incluso hasta de noche. De esta forma, se estima que podrían calcinar más de 6.500 hectáreas. «Se intentará empacar todo lo que se pueda. La meta a largo plazo es eliminar la quema, pero no existe alternativa que sea más eficiente. Ahora han levantado la mano desde la administración y parece que se ha llegado a buen puerto. Creo que se ha ofrecido una solución real hasta nueva orden», señaló el presidente de la cooperativa de Sueca, José Luis Mariner.

El conflicto arrancó el pasado mes de octubre, cuando Julià Álvaro, exsecretario autonómico de Medio Ambiente, dio por primera vez desde 2011, permiso para quemar la paja del arroz con unas limitaciones muy severas. Aun así, las ciudades vecinas recibieron en algún momento el humo contaminante resultado de la combustión. Por aquel entonces, se decidió reducir un 50 % del total de la superficie, no obstante, los resultados no fueron los esperados. Los labradores denunciaron el «caos» y el «desastre» de este sistema, con gran parte de los desechos en el campo durante el mes de diciembre. Asimismo, denunciaron la presión de las fuerzas del orden, tras poner, según los agricultores, más de 800 expedientes por incendiar los vegetales fuera de hora. Tras varios meses de tensión, el Consell decidió destituirlo y se abrió un nuevo horizonte para el sector arrocero con la entrada de Quesada, quien desde un primer momento defendió la aplicación de medidas ecologistas, aunque ante la falta de opciones, no ha tenido más remedio que ceder.

Ensayos frustrados

En los últimos tiempos, han sido numerosos los intentos para encontrar la piedra filosofal de la gestión del arrozal tras su siega. Compostaje con lodos de depuradora y cubierta vegetal post-incendio o para campos agrícolas con riesgo de erosión son algunas de las aplicaciones propuestas. A ello se le añaden las iniciativas de la sociedad civil y el ecologismo, como el banco de paja de arroz de Acció Ecologista-Agró o las pruebas piloto que incluyen hasta fallas. Soluciones técnicas que siguen sin ser el remedio final. «Este cultivo plantea un grave problema y es que va acompañado de una gran cantidad de material sobrante. Si no se quemara, la tierra contendría demasiada materia orgánica, crecerían las plagas y provocaría una disminución de la cosecha. Con este nuevo método pienso que se pueden conseguir buenos resultados, aunque me consta que se está trabajando en ideas alternativas para erradicar el uso del fuego. Marcarán unos días tras la siega y creemos que en un mes puede estar todo finiquitado. De momento, la campaña tiene buena pinta», finalizó Mariner.

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