En mi libro «El Carme, crónica social y urbana de un barrio histórico» ya incluía un capítulo señalando la importancia de los talleres March que en los últimos días han sido objeto de noticia por su posible desaparición.

El obrador de los March fue hace años la escuela de aprendizaje «La Artesana de San José». Estos talleres, que están ubicados en pleno barrio del Carmen, en la calle de Mare Vella, nº 19, pasan desapercibidos en una planta baja situada, aproximadamente, donde estuvieron establecidas les Escoles de la Valldigna del s. XV. La construcción del edificio se inició en 1925 y no se concluyó definitivamente hasta después de la Guerra Civil. Su estilo corresponde al eclecticismo tardío y art déco, merced a las columnas de hierro realizadas en la fundición valenciana de José Torres y algunos detalles arquitectónicos de estilo mudéjar ya desaparecidos en su totalidad, exceptuando los conservados en las plantas bajas.

A través de distintas épocas, la área que ocupa el edificio fue reutilizada para instalar diferentes actividades artesanas, constituyendo uno de los últimos vestigios de un asentamiento artesanal cuya actividad se remonta a la presencia musulmana. Ello fue debido al estar emplazado en un espacio privilegiado junto a dos acequias y su consiguiente aprovechamiento hidráulico: uno de los brazos de la acequia de Rovella que dio nombre a la calle de Mare Vella -tal como se ha visto al hablar de esta vía- y la acequia conocida como el Vall Vell, dos conducciones de agua separadas por apenas quince metros y cuyos vestigios todavía permanecen hoy en el subsuelo y en la parte posterior de las edificaciones. Así, no es de extrañar que sobre esta pequeña área se formara un complejo artesanal que ha permanecido en la actualidad como único exponente de la huella de las acequias que, como impronta, ha marcado la configuración de la trama urbana de El Carme, así como evidencia fósil del tejido productivo tradicional del mismo.

En este perímetro artesanal, hasta hace poco, algunos talleres todavía conservaban la estructura de vivienda obrador tradicional ya que, al no cambiar de ubicación y de actividad a lo largo de los siglos, han mantenido intacta su disposición espacial debido a la memoria parcelaria, preservando una tipología que mantuvo su vigencia y funcionalidad hasta bien entrado el siglo XX, característica propia que, en la actualidad, no existe en parte alguna de la ciudad. Así, este entorno, podría calificarse de verdadero polígono artesanal -devenido en preindustrial-, todo un núcleo delimitado por Mare Vella, En Borràs, Adoberies, Baix y Portal de Valldigna, con continuidad hasta prácticamente nuestros días y donde han podido identificarse multitud de obradores con actividades artesanas.

El taller de la familia March tuvo ese uso de continuidad artesanal, ya que durante los últimos 100 años, aproximadamente, ha pertenecido a tres generaciones de la misma familia como taller de talla de imágenes, de orfebrería y de cerámica. Desde el primer tercio del s. XX estuvo regentado por José March Lázaro, al que siguieron su hijo José March Coll, su nieto Vicente March Bernal -había trabajado en el estudio de Damián Pastor- y su biznieto José Luis March Ramos (1951), licenciado en Bellas Artes, que continúa en el mismo taller su actividad artesanal de orfebrería y esmaltes sobre metal. En la parte trasera del taller se halla el trozo ya citado de muralla árabe con sus dos torreones, lo que da al edificio y su entorno un carácter histórico-arquitectónico singular. Las inmediaciones de esta parte posterior sufrieron la embestida de una bomba en la Guerra Civil, motivo por el cual sufrieron algunas variaciones urbanísticas. En un plano del registro catastral anterior a 1940 figuraba titulada como de la Maravilla; se podía ver perfectamente el taller y una gran estancia de la antigua fábrica de sedas de la Viuda e Hijos de Monforte, lindando con las terrazas y cobertizos de los edificios recayentes a la actual calle de les Adoberies. En la riada de 1957 se perdió casi todo el archivo documental con la infinidad de dibujos y apuntes sobre sus fabricados. Un duro golpe como lo fue para cualquier artesano del barrio. En un anexo al obrador funcionó, desde finales de los años 60, La Artesana de San José, auténtica escuela gratuita regentada por el mismo Vicente March, dedicada a los que deseaban aprender el oficio. Por allí pasaron muchos de los jóvenes del barrio que después siguieron ejerciendo el mismo oficio de manera independiente u otro relacionado con las artes aplicadas.

En estos talleres se realizaron infinidad de obras tanto de imágenes de madera como trabajos de orfebrería. Muchas de ellas se encuentran catalogadas profusamente en el «Catálogo Monumental de la Ciudad y la Provincia de Valencia, de Felipe Garín», así como en el Archivo del Arzobispado de València y el Archivo del Museo de la Catedral de València. Los trabajos más emblemáticos fueron sin duda la restauración del Santo Cáliz de la Catedral de València y las obras en plata y oro que se encuentran en el Museo Vaticano. Este obrador fue distinguido por el Ministerio de Industria, en 1975, como Taller Protegido, asignándole una subvención. Actualmente, el taller gira a nombre de Hermanos March. Es además la sede de la asociación cultural Labor-Art, precisamente dedicada a preservar los valores artísticos, culturales y etnológicos de la artesanía.

En los últimos años los propietarios se han visto inmersos en un expediente de expropiación, que vemos continúa. Sensibilizado por este tema, José Luis March presentó en 2002 una propuesta de protección del patrimonio pre-industrial del centro histórico de la ciudad como zona de interés artesanal. Este estudio presentaba la historia y precedentes de la València artesana y una propuesta urbanística que impulsara el recuerdo de estos talleres y que impidiera las prácticas destructoras del legado urbanístico y arquitectónico vinculadas a los oficios artesanos. El trabajo obtuvo una distinción ofrecida en el concurso de ideas de la feria «Urbe Desarrollo» de ese año.

Sería una gran pérdida la desaparición de este obrador convertido en todo un museo. Es conocido y visitado por historiadores, arqueólogos, fotógrafos, periodistas, arquitectos, urbanistas y especialistas en conservación del patrimonio. Todos han manifestado su deseo de conservar dichos talleres, integrando un conjunto con los restos de la muralla, como últimos vestigios del origen artesano del barrio. Desde el punto de vista etnológico tiene un valor singular, pues es el único taller vivienda tradicional que se encuentra en activo en el centro histórico de València. Entrar en él es contemplar una instantánea de 100 años atrás, donde parece que nada ha cambiado, las viejas máquinas y herramientas, las tallas, los vestigios de sus fabricados mezclados con cierto orden y desorden, todo forma parte de la fotografía retrospectiva que debe atesorarse y quedar inalterada.