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El Cabanyal

Octogenarias contra la droga

"Este era un barrio tranquilo, normal, mis hijas jugaban en la calle, pero nos han arruinado la vida"

Las vecinas del entorno de las calles Pescadores, Padre Luis Navarro y Progreso denuncian el acoso que sufren a diario. j. l. bort

"Que entren a saco y acaben con ese nido de droga y delincuencia". Esto es lo que piden al Ayuntamiento de València las vecinas, muchas de ellas octogenarias, del entorno de las calles Pescadores, Padre Luis Navarro y Progreso del Cabanyal, la zona más castigada por el ilícito, pero consentido negocio de la droga en el Marítimo.

Ante la inacción de los políticos, los vecinos, especialmente las mujeres se han unido en grupos de ayuda mutua (GAM), comunicados a través de las redes sociales y "whatsapp", para hacer frente a la sensación de soledad y aislamiento y denunciar de forma coordinada ("para tener más fuerza") los problemas de delincuencia, venta de droga e inseguridad que sufren a diario.

Tres años después de la llegada de un gobierno progresista esperanzador que paralizó los derribos y la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez sigue sin solucionarse.

La gente se siente "desamparada" ante la vulneración continuada de los derechos humanos, entre ellos el derecho al descanso y la intimidad, apunta el portavoz de Salvem el Cabanyal, Faustino Villora. Este colectivo ciudadano se plantó la semana pasada ante el Gobierno municipal de Joan Ribó por el incumplimiento de las promesas de regeneración e inversiones millonarias en el Cabanyal.

Las dotaciones sociales previstas en el plan europeo Edusi no llegan, apuntan las vecinas que han citado a este diario para denunciar su situación en el edificio de l´Escorxador (futuro centro cultural y archivo del barrio), ubicado a pocos metros del solar donde la semana pasada se derribaron varios inmuebles donde en breve se edificará un centro cívico.

"Ahora son incluso más permisivos" con determinados colectivos, subraya una vecina. "Dicen que forman parte de la identidad del barrio, pero la identidad somos los vecinos de toda la vida y a nosotros nadie nos hace caso".

Hartas de sufrir acoso y amenazas, las vecinas desde el anonimato han querido romper su silencio y contar su situación. Muchas muestran los vídeos y grabaciones que evidencian que las fiestas y la jarana en las calles hasta altas horas es la tónica general. También vídeos de menores que son utilizados como correo para la venta de droga, otros de las fogatas nocturnas. "Se los ofrecemos a la policía como prueba de que lo que denunciamos es la realidad", apunta una vecina. "Llevo cuatro años durmiendo con auriculares", relata con impotencia.

"Antes este era un barrio normal, mis hijas jugaban en la calle, pero cuando empezaron a hablar de la prolongación aquí empezó a llegar de todo, dejaron que se ocuparan las casas y la venta de droga se apoderó de esta parte del barrio", explica María, que como el resto de vecinas que ha participado en este reportaje quiere permanecer en el anonimato.

Los vecinos aseguran que las medidas de mediación no funcionan. Una de las pocas vecinas que ha participado en uno de estos convenios de mediación ha acabado mudándose fuera del barrio. "Tuve la sensación de que la problemática era yo, los mediadores ponían en duda lo que les contaba", explica esta vecina, que ahora vive en Torrent. "Tenía debajo de casa a una familia que se dedicaba a vender droga y me hacían la vida imposible; la mediación relajó un poco el problema pero no lo solucionó del todo porque se fueron a otra esquina".

Los clanes de la droga del Cabanyal "funcionan como mafias". Están organizados, insisten. Los vecinos creen que "si la policía acaban con la venta de droga, se terminaría con el 90 % de los problemas del barrio".

En el Cabanyal hay vecinos de toda la vida que tras amenazas reiteradas por parte de los vendedores de droga han denunciado y conseguido órdenes de alejamiento de sus acosadores, lo que les da una tranquilidad relativa.

"No queremos que nos acusen de xenófobos, pero hay que tomar medidas y el buenísimo con gente que son delincuentes no ayuda", recalcan. Y el polémico catálogo de convivencia «de guardería» tampoco, aseguran las vecinas. El citado catálogo, que le ha valido duras críticas al Govern de la Nau, no está enfocado a hacer respetar las ordenanzas de vía pública, de contaminación acústica de limpieza que dicen los vecinos es lo que se pretendía.

El precedente de las Cañas

Villora asegura que resolver el problema de la droga es una cuestión de "voluntad política", como paso en las Cañas de Mislata cuando el ayuntamiento puso en marcha el proyecto del Bioparc y el trasiego de toxicómanos se cortó de pleno o el de la prostitución en el Grao que despareció casi de la noche a la mañana tras conseguirnos la ciudad traer la Copa del América. Hace un año, se produjo una tregua y la convivencia se recuperó, pero el espejismo apenas duró tres meses.

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