Oscar Wilde expuso en su ensayo «El crítico como artista» que «el único deber que tenemos para con la historia es reescribirla». Una lección que los vecinos de Patraix parecen haber aprendido.

Con motivo de la conmemoración de su 40 aniversario y a modo de preludio de las inminentes fiestas municipales del barrio, la Asociación Vecinal de Patraix organizó ayer un paseo guiado, que se inició a las 11 de la mañana y recorrió las localizaciones más emblemáticas del municipio durante dos horas.

Varias decenas de vecinos y curiosos fueron testigos de lo que definen como «la historia viva del barrio», ya que el historiador Javier Mozas hizo una aproximación cronológica de Patraix, a través de sus calles, durante todo el recorrido.

Asentamiento romano y árabe

De su origen es mucho más lo que se ignora que lo que se conoce. Como explicó Mozas, este está vinculado a dos lápidas romanas, un imperio del cual deriva el nombre actual del barrio. El Petrario de la época de dinastías como la Flavia o la Constantiniana también fue un asentamiento árabe. En aquella época se construyeron dos alquerías, una estructura que siglos más tarde se convertiría en uno de sus símbolos identitarios. De hecho, el barrio albergó la icónica Alquería Benlloch.

Hasta su anexión al Ayuntamiento de València en el año 1870, el núcleo urbano de Patraix era muy reducido. Alrededor de este, «todo era huerta», señaló el historiador. La misma que definió los olores, sonidos y paisajes de sus calles y la que «sin el agua de la acequia de Favara, que era el motor del barrio», como apuntó Antonio Pla, presidente de la Asociación Vecinal de Patraix, no se hubiese convertido en la tierra fértil que permitió que este pudiese tener innumerables asentamientos.

Y es que, tras la expulsión de los moriscos, la corona de Jaume I repartió el territorio y Patraix se convirtió en un señorío. Pese a que la Constitución de «La Pepa» los abolió, todavía persisten los títulos nobiliarios, aunque su carácter ya no es de propiedad, como puntualizó Javier Mozas, sino honorífico. Tanto es así, que el actual barón de Patraix tiene 17 años.

Riqueza industrial e intelectual

El Palacio de los Barones, situado en la Plaza Mayor, resistió los conflictos bélicos de la época y perduró hasta 1960, momento en que fue derruido. Años antes fue hogar de maestros, alguaciles, médicos y «sangradores», como se conocía en el siglo XIX a los cirujanos. Todos ellos convivieron bajo el mismo techo, propiedad del Ayuntamiento de Patraix desde 1812.

Sobre las mismas calles que hoy se visten con placas de cerámica en las que se recoge la evolución del barrio, impactaron tres bombas en la Guerra Civil. En la calle l'Alcúdia, donde actualmente se construye el polideportivo del colegio Hermes, antes había un refugio antiaéreo.

Y es que, la ciudad creció desde estas vías emblemáticas, como la calle Turís, Marqués d'Elx o Juan Bautista Corachán, destacó el historiador. Su patrimonio industrial fue, en palabras de Pla, «enorme». La industria del mueble tuvo especial trascendencia, ya que Patraix fue cuna de importantes talleres, como el de Remigio Sapiña o Ventura Feliu.

El Bar Patraix era un casino republicano y la Casa de Uruguay, una casa blasquista. Contaron los más mayores que desde sus ventanas Vicente Blasco Ibáñez decía, señalando a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, que la iba a convertir en un almacén de cebollas.

Para Antonio Pla, «es muy importante el patrimonio oral y verbal de la gente mayor del barrio, quienes nos descubren algo más de la historia desconocida». En este sentido, la asociación permite «recuperar la historia, cultura, tradición y fiestas populares de Patraix», reivindicó su presidente.

En las mismas calles en las que tiempo atrás los niños jugaban a la «pilota valenciana», ayer se escucharon lamentos de vecinos que se resisten a que «esto se pierda».