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Investigación

El intenso 9 d´Octubre de hace más de 500 años

Un historiador desvela detalles desconocidos de la celebración que se hacía en los siglos XIV y XV con actuaciones desde las Torres de Serranos

El arraigo de la fiesta del 9 d´Octubre en València es de sobra conocido y se sabe desde hace tiempo que antaño se celebraba con pirotecnia y con la iluminación de los principales edificios. Sin embargo, un reciente análisis de numerosos documentos medievales ha permitido sacar a la luz muchos datos desconocidos hasta ahora sobre cómo se conmemoraba en los siglos XIV y XV para así «celebrar la conquista de la ciudad por parte de Jaume I», como se precisa en textos fechados en 1468, 1477 y 1478.

En aquella València medieval del siglo de Oro, la noche anterior a la celebración cobraba una gran fuerza y los principales esfuerzos municipales se centraban en prepararla, según explicaba a Levante-EMV el investigador Miquel R. Martí Matias, tras meses de recabar información sobre los gastos que asumía el consistorio año a año con motivo de la fiesta. Como consta en los «Llibres de Murs i Valls» y otros textos que ha consultado en el Archivo de la Ciudad, por aquel entonces, el ayuntamiento hacía un gran esfuerzo por engalanar la población y porque el ambiente festivo se notara a muchos niveles: Con la decoración con murta de los principales edificios, la iluminación nocturna de esos espacios, espectáculos pirotécnicos y hasta música desde las Torres de Serranos. Como ejemplo de esto último, están los sueldos pagados en 1461 por ello a tres trompetistas, un «tabaler» y un «cornamuser» (cornamusa o gaita) o en 1436, a un músico que toca la «dolçayna», a otro que toca «taballs» y a un trompetista.

El hecho de hacer visibles las Torres de Serranos a cualquier hora del día es una de las costumbres más antiguas «pues en 1397 ya hay constancia de pagos realizados para iluminarlas», apunta Martí. Esto se lograba de varias formas, ya fuera con unas hogueras, llamadas «alimares», que se hacían en la parte superior de los edificios con madera y alquitrán dentro de lebrillos de cerámica forrados de una mezcla de arcilla, arena y pelo de macho cabrío. Además, también se colocaban faroles hechos de papel huntado con yeso y harina, junto a muchas de velas de sebo animal.

La colocación de «senyeras» o «banderes e peno» en lugares altos como las Torres de Serranos, de Quart o el Micalet también se remonta a hace más de 500 años y estaban desplegadas dos días. Para ello, se contrataba a lanceros para que desplegaran sobre las lanzas las banderas, como hizo Johan Vicent en octubre de 1460.

Pero no sólo se cuidaba el sentido de la vista. Siempre según Martí, los principales edificios se decoraban con cañas a las que se ataba murta «traída de la Devesa de l´Albufera» (año 1459), y en un caso, con ramas de naranjo y laurel, con lo que los buenos aromas estaban asegurados. La pólvora, además, tenía una gran presencia, con auténticos espectáculos pirotécnicos que debían llenar de colorido la oscura ciudad medieval con «cohets volaors, tronadors i cohets stuffats» en los que se hacía un gran desembolso de dinero público. Por ejemplo, en 1484 , Manuel Pellicer, «specier», cobró por 7.632 cohetes («54 grosses 4 dotzenes»).

Además, la comida también tenía su protagonismo. Sólo a los vigilantes de las puertas de las murallas y a los encargados de engalanar la localidad, se les pagaba a su vez una cena y un almuerzo consistente en el tradicional «porrat» -que en aquel entonces se denominaba «torrat»-, con garbanzos, habas, avellanas «torrades», altramuces, nueces y chufas, consideradas a veces «fruytes» destacando en 1499, cuando se compran 275 kilos.

La bebida consistía en cántaros de agua, vino rojo y blanco «montonech». Incluso a Alfonso Goçalbo vidriero, el miércoles 8 de octubre de 1460, le pagan dos botellas grandes, dos copas y tres tazas para «collacio», es decir, comida ligera para las gentes que irían a las Torres, incluidos juglares: «... donar collacio e refrescament als juglars e altres gents en les dites torres del portal dels Serrans».

El menú se enriqueció posteriormente con mazapanes «citronats», con gusto a limón o lima, los 4 kilos de turrón de almendra y otros de turrón de «alegria» (blanco), como el que compran en 1455 a Llorenç Real «specier»; una cifra que está lejos de los 182 kilos de turrón blanco y los 185 de turrones mezclados que en 1499 compra el consistorio a Batiste Nist, además de adquirirle pinyonades, confits y carabaçada. Todo un festín acorde con la etapa de esplendor de la ciudad y con un ayuntamiento que solía pagar la víspera del 9 d´Octubre, sobre todo si se trataba de comida, «pero que a veces tardaba de 30 a 90 días, especialmente a los pirotécnicos», explicaba Martí.

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