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Retrato comarcal

Una huerta elogiada pero en regresión

Musulmanes, conquistadores cristianos, nobles o viajeros europeos han alabado el espacio agrícola de València, que ha perdido mucho peso por la expansión urbana

Desde hace muchos siglos la huerta de València ha sido considerada por propios y extraños como el paradigma de la fertilidad y diversidad agrícola. Así lo apreciaban ya los musulmanes que organizaron el complejo sistema de acequias que la riegan, como también los conquistadores cristianos que vinieron desde el norte a comienzos del siglo XIII y encontraron aquí poco menos que el paraíso terrenal. Nobles de la Edad Media, viajeros de Europa, ilustrados europeos... todos ellos elogiaron las cualidades de la huerta valenciana «llena de bosques de árboles frutales, hierbas y flores», como la definía el arquero Cock en 1585, uno de los capitanes y notario apostólico de Felipe II.

El conjunto agrario presente en el término de València muestra una trilogía de paisajes agrarios con sus características propias en la que se distinguen la huerta tradicional, los huertos de cítricos y la marjal formada por los campos de arroz.

Hace apenas medio siglo la huerta tradicional ocupaba todavía 15.000 hectáreas, prácticamente las regadas por las siete históricas acequias de València (Tormos, Rascanya, Mestalla, Quart, Favara, Mislata y Rovella) y por la de Moncada, ayudadas por la prolongación de la Acequia Real del Júcar, aunque tres de ellas -Mestalla, Rovella y Mislata- han desaparecido casi en su integridad bajo la expansión urbana. Hoy el espacio de la huerta se halla reducido a sólo 5.200 hectáreas: casi una tercera parte de lo que había hace solo 50 años. De esas 5.200, alrededor de 1.500 se encuentran en el término municipal de València.

Las principales características de la huerta tradicional de València son el policultivo, la rotación de cosechas en un mismo año sin dejar descanso a la tierra con dos o tres cosechas anuales, el abonado intensivo y el riego cada una o dos semanas, el minifundismo, las parcelas pequeñas ordenadas en tablas delimitadas por caballones, las alquerías de los propietarios y barracas de los arrendatarios, el trabajo manual diario e incluso el uso hoy en día de caballos para laborar la tierra, que está siendo sustituido por el motocultor. Los cultivos más frecuentes en estos campos son las patatas, las cebollas, los melones, las chufas, las lechugas y las carlotas.

Sin embargo, la huerta tantas veces elogiada se halla en franca regresión y parece sentenciada a una muerte inexorable ante la expansión del naranjo o la mandarina por un lado y la urbano-industrial por otro.

El cultivo de los cítricos fue en sus primeros años de expansión un proceso ajeno y periférico a la huerta, resultado de la transformación de antiguos secanos en nuevos regadíos con ayuda de pozos. No obstante han ganado terreno día a día a la huerta principalmente por el envejecimiento de los hortelanos. Aunque su rendimiento sea inferior a la huerta tradicional, las ventajas residen en el menor trabajo, los menores riesgos y una mayor posibilidad de alternar el trabajo agrario con el industrial o terciario.

El arrozal es el espacio que menos cambios ha experimentado, ya que se trata de un coto en el que en los últimos 50 años no se podían hacer transformaciones.

Respecto a la actividad ganadera, su relevancia en València -y, en general, en l'Horta- es escasa.

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