Inseguro, abandonado y desprotegido. Así califican los vecinos y vecinas de Benimaclet el estado del barrio en las últimas semanas. Y es que denuncian que, en menos de 15 días, los pequeños comercios de la zona han sufrido robos hasta en 20 ocasiones.

«Nunca antes habíamos padecido un suceso así, es como si, de golpe y porrazo, un grupo organizado de delincuentes hubiese irrumpido en el barrio con la clara decisión de enriquecerse a nuestra costa», indica a este diario Amparo Marí. Propietaria de un pequeño comercio de indumentaria fallera en el barrio de Benimaclet desde hace cinco años, Amparo fue víctima hace poco más de una semana de dicha oleada de robos.

Los autores del saqueo entraron a su comercio a mediodía, a plena luz del día, cuando apurada por acudir a recoger a su hijo a la salida de la escuela, Amparo bajó la persiana del local pero olvidó poner el anclaje. Levantaron la persiana, forzaron la cerradura de la puerta de cristal y abrieron la caja registradora donde Amparo guardaba los 500 euros que había obtenido gracias a la venta de sus telas. «Los ladrones eran profesionales», explica la afectada, «mi persiana funciona a motor, la abrieron, y aún así ningún vecino escuchó ningún ruido».

Además del dinero, a Amparo también le arrebataron una tableta y un ordenador portátil. Unos bienes que no podrá recuperar, pues al olvidar anclar la persiana, el seguro considera que fue una «irresponsabilidad» de la afectada. «Han cambiado la cerradura y arreglado la persiana, pero nada más», asegura Amparo.

Reconoce que en el resto de comercios se ha seguido el mismo patrón. «Lo que buscan es dinero», explica. Y, por ello, no distinguen entre comercios. «Lo mismo es un bar, que un comercio de indumentaria fallera, una tienda de animales, una carnicería...», asegura Amparo, quien reconoce que incluso uno de los bares situado en el casco antiguo del barrio ha sufrido dos robos en apenas una semana.

Este tipo de incidentes, explica Amparo, está engendrando un aura de desprotección e inseguridad que se proyecta en el modo de vida del vecindario. «Este era un barrio tranquilo, a todas horas lleno de gente paseando y, últimamente, no se ve un alma», explica Amparo, quien denuncia la reducción de agentes de seguridad patrullando las calles. «Antes cada día alguien pasaba por mi comercio para asegurarse de que todo iba bien, pero hace más de un año que esto ya no ocurre», denuncia.